CAPITULO 2

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Los días pasan y la relación con papá está mejorando. Me dijo que iba a intentar, pero no pensé que su actitud conmigo cambiaría de forma tan radical. Nos volvimos más cercanos -o eso quiere que pretendamos-, parece otra persona. Deplorable salud mental y dependencia a un amor paternal que jamás recibí. Puede manipular mi vida a su antojo, mis decisiones y pensamientos ni siquiera son míos. Pero a ojos de todos, solo intenta ser un buen padre.

Siempre lo fue, solo no puede con una chica tan rebelde, necesitada de constante atención.

Padre. Sí, así es. Le escribo cartas desde que tengo memoria. Ahora ya no, porque estoy grande. Pero solía hacerlo. Aún permanecen debajo de la cama cartas hechas a mano, ahora llenas de polvo. Aún recuerdo la última como si lo hubiese escrito ayer.

Fue mi último intento, el de una niña en búsqueda de un padre presente... pero ausente. Esperanzada con poder sentir calidez en sus brazos, un beso húmedo en la frente, una palmadita en la espalda, una sonrisa de orgullo o un "te quiero" salir de sus labios.

Frustrada, se mantuvo arraigada a la idea de que un simple gesto de bondad sería demostración de su amor. Piedad, susurraba cuando él la castigaba. El camino, la sentencia, solo él podía escoger ser perdonado.

Quizá ya era demasiado tarde o siempre lo había sido. O nunca me dió el lugar, la oportunidad. ¿Por qué ahora sí?, ¿por qué cuando el quiere sí y cuando yo quería no?. ¿Por qué debería de perdonar?, ¿por qué ahora debo ser yo quien abra su corazón cuando fuiste tu quien lo cerró por completo?. Que injusto y cruel eres, padre.

Aquella última vez te di un día entero para pensarlo. Pero desde un principio, si hubieses querido ser mi padre no tendría porqué haberlo hecho. Pero esa noche me lo dejaste bien en claro y me daba miedo aceptarlo. Aceptar que ya no tenía un padre, que nunca lo había tenido. Ni padre biológico, ni adoptivo. Ya no me quedaba ninguno de los dos. Hiciste que abriera los ojos. Diría gracias, pero no me saldría más que un insulto al ver tus ojos.

Fue con lágrimas en los ojos que lo escribí, aunque me parecía una estupidez y por eso dejé de hacerlo.

"Dijiste que me amabas, que querías pasar todo el día entero junto a mí, pero sé que no puedes. Dijiste que querías que lo supiera, porque realmente no sabes cómo expresarlo. Salió de tí, o hablaste con mamá y repetiste sus palabras. No lo sé.
Me compraste un vestido muy bonito, color blanco, lo encontré en la cama está mañana con una tarjetita que ni siquiera pudiste escribir tu mismo.
Sabía que no cumplirías tu palabra. Teresa cumple el mismo día que yo, y es tu hija biológica, no puedo pelear contra eso.
Pero está bien, el día no fue tan malo. Lo pasé con mis amigos. Fuimos al parque, luego al cine. Fue una película muy triste. O eso pareció, lloré mucho. Las chicas se reían al salir, los chicos también, yo no. ¿Por qué arruinas todo aún sin estar ahí?.
Todo el día fue perfecto, risas, charlas, me cantaron el feliz cumpleaños en casa de Fabi, sus papás me sacaron muchas fotos. ¿Por qué no podías ser un poquito igual a ellos?. Todo fue bien hasta que llegué a casa.
Le habías cantado el feliz cumpleaños a Teresa, mamá, Lucas, Mía, Sophie, todas sus amigas y amigos y tú.
Sabía que debía avisarte, (¡Pero sí lo hice!), llevé a mis dos mejores amigas a casa, pero me hiciste pasar una gran vergüenza. Intenté no llorar, pero una lágrima cayó de mis ojos. Fue tan incómodo. Olvídalo, no volverá a pasar, no volveré a intentar festejar contigo.
Está es mi última carta, porque estoy cansada. Ya me harté de ser la única que cree que cambiarás. No lo harás, no te quiero, ya no te quiero, y sé que tú nunca me quisiste ni me querrás.

Adiós, papá."

Siempre supe que soy adoptada. Cuando me lo dijeron por primera vez, me pareció de lo más lindo, me sentí afortunada. Alguien, una familia entera, me había elegido, me hicieron parte y me dieron su apellido. No conozco otra cosa que no sea gracias a ellos. Pero para Poul -mi padre-, siempre fue algo importante. Años marcando nuestro desigual parentesco y se terminó volviendo rutina mencionar el tema en cada comida o discusión.

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La condena de Achlys (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora