CAPITULO 1

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Tiemblo. Cómo hoja de papel. No debí haberme puesto estos zapatos incómodos. Quizá el problema es que bajé muy rápido del auto o que soy muy niña para afrontar mi pasado.

Papá tenía razón, no estoy lista para una confrontación. Hay millones de formas en que podría darme la vuelta, lanzarme al auto e ir a dónde sea, huir, sin mirar atrás. Pero no soy cobarde.

Camino a paso lento y aún así, termino frente al gran portal de entrada.

La mansión Wexford está oculta tras altos muros de piedra. Es extravagante e indescriptiblemente poderosa. Con un gran patio delantero, dos fuentes, el césped bien cortado, plantas y árboles exóticos que jamás había visto en mi vida.

Me da escalofríos lo rupestre de las paredes, el camino de cemento y las estatuas de mármol, todo le da un toque antiguo, pero igual de caro al lugar.

Y si antes tocar el timbre me hizo temblar de miedo, escuchar la voz de una mujer anciana por el locutor me pareció de lo más extraño y caminar hasta aquí se me hizo largo e incómodo, el estar a solo una puerta de madera blanca mármol de distancia... Hace que pierda el aliento.

¿Qué carajos estoy haciendo?, ¿en qué momento decidí hacer esto?.

"—¡Estás cometiendo un grave error!

—¿Por qué?, solo quiero... necesito—

Carajo, nunca escuchas, esta vez hazlo, esa gente no es lo que crees que es."

Me quedo inmóvil como las estatuas de la entrada. No debería pensarlo tanto. No debería dejarme influenciar por lo que él diga, después de todo, esta fue mi decisión y nada va a hacerme cambiar de opinión.

La razón por la que llegué hasta acá es culpa de su manipulación, sus mentiras, engaños, misterios y estoy harta de eso. Decidí ponerle fin a todo esto cuando desperté está mañana, no podía esperar un día más...

UNAS HORAS ANTES

El sol se filtraba a través de las cortinas de seda, pintando el suelo de la habitación con destellos azules. Un día caluroso, pero triste, el día en que todo cambiaría.

El suelo estaba frío y el pasillo a la cocina lleno de retratos familiares. Sonrien, como siempre, con una perfeccion inquietante. Caras desconocidas. Y entre ellas: yo. Jeline Sapphire, 22 años, desempleada, aburrida, solo una cara bonita. Hija adoptiva de Paul y Shann Sapphire. Por tanto, hermana de sus tres hijos: Mía, Teresa y Luke.

Y hace una semana hubiese dicho que eso es todo, que no hay más sobre mí. Pero en el fondo, siempre supe que había más. Es por eso que comencé a preguntar ¿Quienes son mis padres biológicos?, ¿por qué me habían abandonado? Los borrosos recuerdos de mi infancia me atormentan hace años.

Estas preguntas crecieron con el tiempo, y más por las noches, cuando me sumergía en archivos polvorientos, buscando pistas.
Y entonces, encontré el nombre: Ava Wexford. Una mujer de ojos tristes, una sombra en los registros.

—¿Qué es esto? —dijo papá cuando les lancé los papeles en la mesa.

Mamá me miraba a mí y lo miraba a él. Parecía molesta, pero también ansiosa. No lo dejó ver por mucho tiempo, pero supe al instante que estaba nerviosa. Sabía que eran esos papeles, y también sabía muy bien lo que iba a responder yo, lo que iba a reclamar.

La condena de Achlys (Primer Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora