Sus ojos, siempre llenos, de emociones y sentimientos reprimidos, gritos silenciosos y palabras calladas. Miedo y angustia. Y a ella se le hacía imposible descifrarlo. Ella solo sentía la tensión y el peso de aquello que él guardaba, sin nunca saber lo que realmente era. Él no se lo permitió. Él huía, no solo de ella sino de lo que llevaba dentro también. Él no se dejaba leer. Ella puede ver más allá de unos ojos simples e inexpresivos. Ella traspasa su coraza de neutralidad, y él lo sabe.
Un remolino, una tempestad, así eran sus ojos, y ella se perdía en ellos. Cada que juntos conseguían dar un paso hacía delante, él se empeñaba en dar cinco atrás. Siempre volvía a alejarse, huir de nuevo, distanciarse y dejar un frío vacío entre ellos.
Al contrario de lo que todos creían, los ojos de él eran intensos, te abruman, inmovilizan y te atrapan. Y cuando la mira con esa intensidad que asfixia, con los ojos inundados, ella se ahoga en ellos sin poder resistirse. Esos mismos ojos tan llenos cuando la miraba a ella, cuando se posaban en otros eran fríos, intimidaban e inquietaban a cualquiera que correspondía a aquella mirada. Los mismos iris serenos que espantaban sin mucho esfuerzo, se acobardaban ante la transparencia de los ojos de ella. Él sentía cierto pavor por la senceridad en aquella profunda mirada. Así eran los ojos de ella, honestos, cristalinos y despejados. Grandes ojos simples de leer. Pupilas ansiosas buscando impacientemente los ojos de él.
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Vives en Mí
AcakNadie, en medio de la nada, sintiendo todo. Quiero olvidar lo que no recuerdo. Me niego a recordar lo que no olvido. Me aterra perder lo que no tengo. Amo el peligro del silencio. Odio no querer quererte. Necesito odiar amarte.