En una noche tempestuosa, me encontré caminando por un circo abandonado, con sus carpas desgarradas ondeando en el viento inquietante. Cada paso resonaba como un eco ominoso en el silencio perturbador, mientras mis ojos se posaban en las figuras descascaradas y desgastadas de los payasos que adornaban el lugar.El miedo a los payasos se apoderó de mí, convirtiendo las sonrisas pintadas en sus rostros en muecas grotescas de terror y locura. Cada sombra alargada por la luna parecía cobrar vida, transformando las risas infantiles en un eco macabro que reverberaba en mis oídos como una advertencia siniestra.Mis pasos vacilantes me llevaron hacia una carpa solitaria, donde una luz titilante revelaba la presencia de un payaso inmóvil en el centro del escenario. Su mirada fija en mí parecía penetrar mi alma, desenterrando mis peores pesadillas y despertando un pánico primordial que me paralizaba en aquel lugar de pesadilla.Cada paso que daba resonaba en el suelo gastado, anunciando mi avance hacia mi peor temor materializado en esa figura enmascarada y perturbadora. Los recuerdos de infancia teñidos de risas y diversión se desvanecían en la oscuridad de aquel circo olvidado, dejando paso a una sensación de opresión y ansiedad que me envolvía como un sudario funesto.En medio de la carpa vacía y el silencio quebrado por el murmullo de una risa distorsionada, me vi atrapado en un duelo de miradas con el payaso, donde la línea entre la realidad y la locura se desdibujaba ante mis ojos aterrados. ¡Así fue mi noche de horror, donde el miedo a los payasos se convirtió en mi más oscuro enemigo en un escenario de pesadilla donde la risa se tornaba en llanto y la diversión en desesperación infinita!