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El viento aullaba a través de las ramas retorcidas del bosque de las islas del lugar, susurros de secretos antiguos.

Seungmin, el espadachín con el corazón cargado de esperanza y desesperación, cruzó el mar en una pequeña embarcación. Las noches eran largas y solitarias, y las estrellas parecían guiñarle un enigma.

La leyenda de la Piedra de la Multiplicación lo había perseguido durante años. Los ancianos de su aldea hablaban de su poder: podía replicar y almacenar energía pura. Seungmin imaginaba cómo esa energía podría sanar su tierra maldita, cómo podría devolver la vida a los campos marchitos.

Aún estando en su pequeña embarcación vio su collar de una esmeralda, este brillaba en dirección a una isla que sé podía ver de lejos.

La razón por la cual Seungmin aún creía en la existencia de esa piedra, es por el collar que posee. Este es como un radar para esta, fue inventado hace muchos años por un hechicero que conoció su padre.

Seungmin, el heredero del radar, contempló el antiguo artefacto con asombro. La piedra incrustada en su collar irradiaba una luz mágica, como si sus secretos estuvieran a punto de revelarse. Las palabras del anciano hechicero resonaron en su mente:

Este radar es más que una simple reliquia. Es un vínculo con los hilos del destino, una guía hacia lo desconocido."

La leyenda decía que aquel que controlara el radar podría desentrañar los misterios ocultos en el mundo, más si poseía aquella piedra.

Seungmin recordó las historias de su tierra natal, donde la magia fluía como un río subterráneo, y los viajeros del mal dejaban cicatrices en su camino. La maldición que afligía su tierra había dejado estragos: cosechas marchitas, bosques ennegrecidos y aldeanos desesperados.

El collar vibró en su cuello, como si estuviera ansioso por cumplir su propósito. Seungmin cerró los ojos y se concentró en la piedra. Imágenes parpadeaban ante él: un sendero de estrellas, un bosque encantado y un portal entre mundos. La magia de la piedra lo llamaba, y Seungmin sabía que debía seguir su intuición.

Más que intuición, las imágenes que la magia le permitió ver a este.

Con determinación, pronunció las palabras antiguas que había aprendido, en un leve susurro que se camuflaba con el sonido del viento.

—Luz de las estrellas, guíame hacia la verdad. Llévame a la piedra de multiplicación de energía, proveniente de Altanasia la tierra perdida.

El collar brilló con una intensidad deslumbrante ante las palabras del espadachín. Seungmin sintió cómo su corazon se conectaba con el radar, como si fuera arrastrado por una corriente invisible.

El sol pegaba en su rostro y sentía el viento lleno de salitre mover su cabello y las mangas de su camisa.

Las estrellas aún vigentes camufladas en el cielo de la tarde danzaban en el dosel, y Seungmin supo que había llegado al corazón de la magia.

El viento susurraba secretos en las velas del barco lentamente, y Seungmin se aferraba a la barandilla de madera, contemplando el horizonte.

El mar se extendía infinito, un lienzo azul salpicado de espuma blanca.

Tenía los ojos brillantes, llenos de expectación.

—¿Qué rumbo sigue este barco? —preguntó Seungmin, su voz sutil por la falta de sueño y la incertidumbre.

El joven marinero sonrió, mostrando dientes blancos como conchas.

—Iremos directo a Levia'n ¿No cruzaras con nosostros Seungmin?

𝐶𝑜𝑛𝑡𝑎𝑛𝑑𝑜 𝐿𝑎𝑠 𝐸𝑠𝑡𝑟𝑒𝑙𝑙𝑎𝑠. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora