Epílogo

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En el crepúsculo de los tiempos, cuando las estrellas titilaban como lágrimas en el vasto lienzo del cielo, la historia de Hyunjin y Christopher se desplegó como un antiguo pergamino. Dos almas entrelazadas por el destino, atrapadas entre mundos, suspirando por un amor que trascendía las eras.

Hyunjin, el príncipe de Altanasia, había arriesgado todo por el pirata de ojos grises. En la penumbra de la tormenta, cuando las olas rugían como bestias hambrientas, Hyunjin dió toda su energía, quién lo consumió, y la leyenda susurró que había perecido.

Christopher, el pirata maldito, fue liberado de su encantamiento. El tiempo lo arrastró de vuelta a su siglo, junto a su hermano menor, Jeongin. Sin embargo, el corazón de Christopher quedó atrapado en el pasado, en los brazos de Hyunjin. Su amor, intenso y puro, se convirtió en una herida abierta, una cicatriz que no sanaría.

Hyunjin, con su cabello negro que rozaba la mandíbula y sus ojos azules como el cielo, era un recuerdo que lo perseguía. Cada vez que Christopher miraba la luna, veía reflejada en ella la imagen de su amado. La luna, testigo silente de su romance prohibido, parecía llorar por ellos.

La relación de Christopher y Hyunjin no había comenzado con dulzura. El pirata lo había secuestrado, llevándolo al demonio que lo maldecía. Solo así podría liberarse él y su hermano, ya prisionero del mismo ser infernal. Pero en las sombras, entre cadenas y secretos, nació su amor. Christopher descubrió la magia que habitaba en Hyunjin, una magia reprimida por siglos. Él se convirtió en su protector, su aliado en la lucha contra el demonio.

La batalla final fue épica. Christopher, con el corazón en un puño, enfrentó al demonio. Hyunjin, con sus ojos azules llenos de determinación, desató su magia. Juntos, como dos mitades de un todo, lucharon contra las sombras. El demonio, herido y furioso, Hyunjin se sacrificó para liberarlos.

Y así, en el último suspiro de la batalla, Christopher se despidió de Hyunjin. El príncipe, ahora una leyenda, sonrió con tristeza.

Christopher regresó a su tiempo, con el corazón roto y la memoria de Hyunjin grabada en su alma. Luchó contra el sentimiento de pérdida, como un náufrago en un mar de recuerdos. Pero en las noches oscuras, cuando la luna se alzaba, cerraba los ojos y escuchaba la melodía de su risa, aquella que lo mantenía vivo.

El aroma de las especias flotaba en el aire, danzando al compás de la música suave que resonaba en la cocina. Christopher, una vez un temerario pirata, ahora era un chef apasionado. Su restaurante, "La Estrella Fugaz", se había convertido en un refugio para los amantes de la buena comida y los corazones solitarios.

Cada día, Christopher se sumergía en su arte culinario. Cortaba cebollas con precisión, mezclaba salsas con devoción y creaba platos que eran auténticas sinfonías de sabores. Su restaurante era muy conocido en el país, y su publicidad era bien recibida. Había tenido exito en ese ambito.

Pero en las noches, cuando la luna se alzaba en todo su esplendor, su corazón se volvía un nudo de añoranza.

Hyunjin, el príncipe de Altanasia, seguía siendo su musa. Sus ojos azules, sus risas en la cubierta del barco, su magia desatada en la batalla... Todo estaba grabado en la memoria de Christopher como una película en blanco y negro. Pero no podía amar a nadie más. No después de Hyunjin.

El amor verdadero no se olvida. Se convierte en una constelación, una guía en la oscuridad. Y Christopher, bajo la luna de los recuerdos, seguía buscando a su estrella perdida. Cada noche, sin falta, se asomaba a la ventana de su apartamento en la costa. El mar rugía, y él cerraba los ojos, imaginando que Hyunjin estaba allí, mirándolo desde algún rincón del cielo. Rogándole a la luna que lo trajera de vuelta.

Contando Las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora