«-𝘌𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘦𝘴 𝘭𝘢 𝘱𝘦𝘰𝘳 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦.»
Esas fueron las palabras que le dijo alguna vez a uno de sus alumnos, comprendiendo gran parte de su pesar, puesto que él mismo ha sido testigo de que lo único eterno en est...
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❝Como si fuera la primera vez que la noche cae en nuestro brazos,
todos quisiéramos irnos,
reencontrar aquel sol
a quien extrañamos❞.
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Es de madrugada en el bullicioso Tokio, más concretamente en Shibuya, todo se encuentra extrañamente desolado.
Parece ser una noche ordinaria, mas, no lo es, es una en la que los cerezos en flor de mediados de abril brotan en dos jóvenes corazones. Entre palabras casuales y la luz nocturna iluminándolos como si fueran dos amantes en un mundo completamente diferente; uno aparenta ser frío y al otro, no le importa tener que compartirle su calidez.
Suspira derrotado en la cima del santuario Musashi, esos orbes oceánicos observaban con detenimiento el manto que acompañaba a la diosa luna, aquel –casi– siempre cubierto de un patrón irregular de puntos plateados, aunque por algún motivo ese firmamento estrellado está desapareciendo ante su atenta mirada.
Sus pensamientos divagantes lo llevan a la cúspide de su penetrante soledad, ese recuerdo que yace escondido en sus escombros interiores emana desde lo más profundo de su ser... De nuevo, pese a que lo creía extinto en las llamas de su pasado.
Desea no existir más, y mientras deja caer sus parpados sobre su mirar marino ese anhelo va en aumento.
Le teme a la oscuridad, aunque ha estado sumido en ella durante un buen tiempo ya que, incluso teniendo los ojos abiertos, no puede ver nada, ni siquiera su propia fragilidad. Ha huido como de costumbre, pues mientras menos tiempo pasa en encerrado entre las cuatro paredes de aquella academia más libre se siente, aunque irónicamente esa sensación fue la que lo condeno en primer lugar.
Él que sonreía brillantemente, se apagó con lentitud; ya no era el adolescente que podía reír libremente sin preocuparse por nada. No sabe exactamente en qué momento se convirtió en eso, tan roto y frágil que ni siquiera era la mitad de lo que solía, quizá porque justamente, le hace falta su otra mitad.