Día 6: Deidades

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—Tuvimos que huir en cuanto pudimos.

—Zoro

—Si hubiera sido así no tendríamos que estar pasando por esta mierda. —El hombre frunció las cejas mientras veía detenidamente el piso de madera de la finca, Kuina suspiró y se acercó para abrazarlo, teniendo cuidado de que el maquillaje de su rostro no se arruinara y su ropa no se arrugara.

El pueblo en el que vivían estaba pasando por una sequía horrible, la peor que se había visto en años, la cual coincidía con el primer año en que el sacrificio no fue aceptado por el dios del sol, Nika, el dios que adoraban en este lugar.

Zoro y Kuina hace mucho que quisieron irse de este lugar, no solo por el hecho de que se escogía un sacrificio cada año, sino que eran extremistas, violentos y conservadores, en este punto este lugar era una jodida secta, sus ideales no coincidían, querían hacer sus vidas sin reglas estúpidas e impuestas de por medio, y estuvieron a punto de hacerlo, hasta que el padre de Kuina quedó postrado en cama, entonces el plan se fue hacia abajo, y entonces, Kuina fue seleccionada para ser el sacrificio de este año.

Zoro había puesto en juego su fe hace mucho, después de todo cuando él nació el pueblo seguía atravesando las crisis, así que nunca había visto en persona a este dios, y, sinceramente, no creía que existieran los dioses como tal, pensaba que solo eran una fantasía mental para que el ser humano tomara la fuerza necesaria dándole fe a una fuerza mayor a ellos que no existía, hace años cuando el sacrificio no era tomado (que era cuando no desaparecía en un parpadear frente a la multitud según lo que dicen) la persona que había sido elegida podía volver a su día a día, pero ahora, debido a la desesperación desde hace algunos años un guerrero se encargaban de asesinar al sacrificio y dejar su cuerpo fallecido en el lugar con la esperanza de que el dios lo recogiera.

Una total mierda, básicamente.

—Kuina— La voz del sacerdote fuera de la habitación lo llamó —Es hora.

Su mejor amiga le dio una última mirada y ambos salieron del cuarto, Zoro se aseguró de que el cuchillo que tenía escondido bajo su túnica siguiera ahí, afianzada al cordón de su cintura.

Cuando salieron, había un camino de antorchas que los guiaba hasta el altar que se alzaba en el centro del lugar. Zoro decidió tomar lugar cerca mientras acomodaban los últimos detalles en el atuendo de su amiga.

La ceremonia empezó, pero Zoro no prestó ni un poco de atención, sus ojos se centraron en la tierra seca que había debajo de sus pies, escuchó el discurso que se repetía año tras año, también vio las sombras del clero y de Kuina pasando frente a él, escuchó como subía los escalones hasta que supuso quedaba sentada formalmente sobre el altar.

Alzó un poco la mirada y pudo darse cuenta de que el clero ya estaba sentado sobre los escalones y dejaban un enorme reloj de arena frente a ellos, ahora se venía el peor momento, la espera de tres horas enteras por saber si Nika aceptaría la ofrenda, si no, entonces la vida de Kuina podría llegar a su final el día de hoy.

Una gota de sudor comenzó a recorrer su mejilla hasta dar contra el piso, sería un maldito infierno soportar este calor, pero debía de estar atento para cuando llegara el momento de interrumpir esta tontería.

Podía sentir como la piel de su nuca ardía aun cuando mantenía la cabeza gacha y una de sus rodillas estaba contra el suelo, podía escuchar algunos quejidos del resto de civiles, no había ni una maldita sombra, el calor hoy en particular estaba jodidamente intenso, casi podía sentir como su cuerpo comenzaba a derretirse desde sus huesos, su visión comenzó a ponerse borrosa.

Casi comienza a cabecear hasta que admiró el reloj de arena una vez más y vio caer los últimos granos de arena de arriba hacia abajo, entonces el sueño y el mareo abandonaron su cuerpo, sus ojos se abrieron mucho más.

Caminando juntos [#ZoLu Week]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora