Capitulo 2

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     Freminet no era consciente de cuánto lo deseaba Lyney, no hasta que esa frase cruzó el caliente espacio entre ellos. 

"Quiero hacerte el amor"

Si bien, el menor, era muy inocente en temas de romance, no desconocía la esencia de la propuesta que le estaba haciendo el joven mago.

     Alguna vez lo había escuchado, y pronto había descubierto su significado, cuando oía por casualidad a sus compañeros de clase conversar sobre ello en los recesos. Pero nunca esperó que alguien fuera tan audaz para decirlo firmemente, y menos hacia él, como lo hacía ahora Lyney

La mirada del mayor, tenía de todo menos inocencia, y el menor no lo había notado antes, la forma en que Lyney le lanzaba miradas lascivas cuando se encontraban en situaciones, poco menos, vergonzosas que ésta.

Y es que claro...

      En ese entonces, Freminet era tan ingenuo. No se daba cuenta, no se daba cuenta de nada.

Lyney solía mirarlo a la distancia cuando apenas sabía su nombre. Era innegable que a pesar de la actitud retraída del chico rubio pecoso, su apariencia hacia desviar la mirada de cualquiera que pasara a su lado. Tenía un aura muy atractiva que destruía rápidamente con su poco entusiasmo apenas le dirigían la palabra.

A pesar del atractivo inconsciente de su persona, Lyney se dió cuenta que Freminet había decidido poner barreras hacia mucho tiempo. Su cabello cubriendo una parte de su cara, era una de ellas, no ayudaba a resaltar su rostro, haciendo más que evidente su intención por ocultarse. Así que siempre estaba solo, leyendo algún libro de submarinismo o mecánica.

Y al joven mago se le hacia tan interesante como triste.

       En los únicos momentos en que Lyney veía a Freminet feliz, era cuando estaba en clases de natación, su mayor encanto yacia ahí, en la profundidad del agua.
Varias veces Lyney se había encontrado estupefacto ante la vista del cuerpo empapado de Freminet, su cuerpo tonificado por largos periodos de tiempo nadando, sus curvas marcadas, su piel pálida y suave a la vista.

Era tan perfecto.

       Así es, el chico de cabello ceniza había estado observando detenidamente al curioso nadador durante mucho tiempo. Había algo en Freminet que le llamaba mucho la atención, y aunque un par de veces trató de acercarse con algún truco de magia, la barrera del chico pecoso era impenetrable. O eso creía entonces. Por lo que cuando comenzaron a vivir juntos lo supo, se dió cuenta que Freminet estaba enamorado de él. Y también supo, que era recíproco, y que tenía que hacerlo suyo.

Y el día que lo comprobó, estaba solo en su habitación tocándose.

Muchos escenarios juntos se formaban en su mente, sin ningún pudor, ninguna resistencia a sus instintos más animales, dejaba que la lujuria y el deseo se apoderaran de su mente. Y es que el joven mago, quería tocarlo, hacerle cosas lascivas, pervertidas, ... Follarlo tan fuerte. Quería hacerlo con él en su habitación, en la ducha, en la cocina. Su mente divagando en pensamientos demasiado pecaminosos para convertirlos en realidad. Hacer cosas obscenas con su, ahora, hermano menor, lejos de causarle molestia, le excitaba aún más.

Podrían ser familia, pero también amantes, de todas formas, no estaban relacionados por sangre.

      Aquel entonces, se sentía tan a gusto con sus pensamientos amorales, frotando su virilidad con ahínco, cuando Freminet tocó su puerta.

- her -hermano ? - la voz temblorosa llamó suavemente. Lyney se sobresaltó, no esperaba que el chico apareciera justo en ese instante. Tampoco solía escuchar muy a menudo a su hermano dirigirse a él de esa forma, Freminet solía hacerlo únicamente cuando se sentía solo y estaba en casa, ya que en público le daba mucha verguenza. Era muy tierno, demasiado para alguien de su edad. Lyney estaba tan cerca de correrse que puso en consideración no responder.

Días de fuego en primavera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora