3. Depredadoras

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Oscuridad.

Solo eso entraba en mi vida, estar sola y desesperada se hacía algo habitual en estos días. 

Sola...

Creo que algo anda mal en mi cabeza, he estado noches enteras sin dormir y las continuas pesadillas que me atormentan no son más que la vez que vi a toda mi familia...desaparecer. La palabra muerte estaba tomando el mando en mi mente y en mis memorias. La muerte ha sido la peor enemiga que he tenido; y lastimosamente...no podré ganarle, ya no pude hacerlo.

¿Es normal sentirte totalmente destruida?

Al parecer la noche no apoya a mi sentir por la cruda neblina que cubre todo lo que esta tras la ventana dando un aire pesado al lugar que sé llamar <<cuarto>> y lo único que logro hacer con el espectral frío es empañar el vidrio y realizar en ella una frase.

Odi me

Aquella frase estaba escrita en latín. He aprendido aquel idioma muerto gracias a mi madre, ella lo hablaba todo el tiempo aunque ya no se utilice más; de alguna forma dice que es interesante y a mí se me ha pegado aquel acento tan atractivo.

Lo que dice esta pequeña frase es: Me odio.

Y no era mentira, me odiaba por todo, por no haber muerto con mi familia...lo cual era mi destino, odiaba  todo de mí y  más porque era como todos me veían: una chiquilla que se podía dominar con facilidad. Pero algo paso en mi interior; algo llego a quebrarse haciendo que todo lo que dijeran de mí ya no me era importante, o simplemente estaba pensando que ya habría sentido estar con vida. Pero algo siempre me retiene, como mi hermano...y acabar con la vida del desgraciado que haya causado todo mi sufrir...sin dejar rastro.

Debería crecer...madurar de golpe para poder actuar.

Con mi edad no podré hacer mucho, ¿qué haría una chica de catorce años? ¡Catorce!

Estaba en desventaja total, pero con los datos que Ángel me había dado, supuse que estaría en otro nivel a mis diecinueve años. Ese era el plan, debía llegar hasta esa edad para poder realizar mi búsqueda, aunque desde ahora ha comenzado y no va muy bien. Pero no me rendiré. 

Haré lo que se necesario para saldar esta deuda que tienen conmigo.

Aunque sea lo último que haga. 

—¿Anya?—escuché decir. Al voltear me encontré con Ángel, quien estaba arrimado hacia el marco de vidrio de una vieja pintura—. Tenemos visitas.

—¿Visitas?—estaba confundida, jamás he recibido alguna visita que no sea por conveniencia ya que el puesto de mi padre en la sociedad era alto y con su ayuda uno tendría la vida hecha—. No deseo ver a quien sea que este tras esa puerta.

—Te iría bien hacer un esfuerzo por no ser tan pertinente—gruño él sin despegar aquella dura mirada que lograba aterrarme de niña, más ahora...se ha ido todo el temor hacia alguien. Ahora es como si las personas fueran recipientes vacíos y sin valor alguno. Algunas por lo menos, pero ahora mi esperanza esta en los suelos y la fe esta mucho más abajo.

—¿Crees que me interesa lo que sale de tu boca?—pregunto emitiendo una media sonrisa—. No te confundas. Me has sacado junto con mi hermano de aquel lugar y te agradezco por ello, pero de ahí obedecer lo que dices...bueno, estás muy lejos de conseguirlo.

Realizo un sonido con su lengua.

—Solo te pido que la veas—su semblante se torno serio—. Está demasiado preocupada por ti.

—¿Se puede saber de quién rayos estamos hablando? Odio estar a ciegas.

—Es Christa—dijo mientras negaba con la cabeza—. Al ser tu prima se comporta como si fuera tu hermana. Ella es una chica muy educada, al contrario de alguien que conozco—me miro con una mueca de disgusto.

Atracción AsesinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora