Capítulo 4

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La Danza de la Tentación


Cada encuentro con Alexander Stone dejaba a Emily anhelando más, su presencia dominante y su mirada penetrante haciéndola sentir como si estuviera en llamas por dentro. En cada lección, su cuerpo se volvía gelatina bajo la intensidad de su mirada, su voz resonando en sus oídos como una melodía seductora.


Esta vez, Emily se encontraba en la oficina de Alexander, el aire cargado de electricidad mientras él la observaba con una intensidad que la dejaba sin aliento. Habían estado discutiendo estrategias comerciales, pero para Emily, la verdadera batalla se libraba dentro de su propio ser, entre el deseo y la razón.


A medida que hablaban, cada gesto, cada movimiento de Alexander la hacía temblar con una excitación que apenas podía contener. Su mente luchaba por mantenerse enfocada en el tema en cuestión, pero su cuerpo tenía otros planes, respondiendo al magnetismo irresistible que emanaba de su mentor.


Alexander se inclinó hacia ella, su aliento cálido rozando su piel, enviando escalofríos por su espalda. Emily contuvo la respiración, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras luchaba por mantener la compostura.


"¿Estás bien, Emily?", preguntó Alexander, su voz suave pero cargada de un significado oculto.Emily asintió con dificultad, sus mejillas ardiendo bajo su mirada intensa. "S-sí, estoy bien. Solo un poco cansada", balbuceó, sintiéndose avergonzada por su propia debilidad.


Alexander la miró fijamente por un momento más antes de inclinarse hacia atrás en su silla, una sonrisa juguetona curvando sus labios. "Entonces, tal vez deberíamos tomar un descanso. No tiene sentido trabajar cuando no estás en tu mejor estado", sugirió, su tono sugerente enviando un escalofrío por la columna vertebral de Emily.


Ella asintió, agradecida por la oportunidad de recuperar el control sobre sus emociones tumultuosas. Pero sabía que cada momento junto a Alexander solo alimentaba la llama de la pasión que ardía dentro de ella, amenazando con consumirla por completo.Mientras salían de la oficina juntos, Emily se prometió a sí misma que mantendría su distancia, que no dejaría que la atracción que sentía por Alexander la llevara por un camino del que no había retorno. Pero en el fondo de su corazón, sabía que la tentación de sucumbir a sus deseos más profundos sería más fuerte que cualquier promesa que pudiera hacer. Y así, la danza de la tentación entre Emily y Alexander continuó, cada encuentro acercándolos más al precipicio del deseo incontrolado.

La hija del socioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora