No digas nada

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Los días habían pasado, y con ellos varias experiencias tanto buenas como malas. 

Catnap no se relacionaba con las demás criaturas sonrientes, al punto en que prácticamente era un fantasma en esa casa. Dogday hacia lo posible en sus manos para integrarlo, pero no era algo muy efectivo. 

Las actividades de todos siguieron su curso normal, pasando así semanas en las cuales las criaturas convivían y se peleaban, cosas que Dogday tenía que solucionar, estresando se y tratando de mantener todo bajo control. 

Su único pilar ahí era Catnap, a quien le contaba todo lo que pasaba y el felino atentamente escuchaba sus quejas y frustraciones. Hacia mucho tiempo que ya podía hablar, pero se acostumbro a no hacerlo, por lo que seguía comunicándose con lenguaje de señas hacia Dogday. 

Su relación de amistad era simplemente como una pequeña terapia para los dos cada que hablaban y se desquitaban. Aunque algo era verdad, todos sabían que si hacían sentir mal a Dogday, Catnap aparecía con su tenebrosa sonrisa y su silencio absoluto. 

Era algo que inquietaba al resto de las criaturas sonrientes, ya que en ocasiones se le podía ver en los lugares menos esperados. Y solo seguía al que había molestado o dañado a Dogday de alguna forma. 

En una ocasión Kickin había dado un pelotazo muy duro que se desvío y golpeó la cara de Dogday, haciéndolo sangrar por la nariz y provocando ese característico y horrible chillido de perro. Inmediatamente a lo lejos tras un árbol se pudo ver a Catnap aparecer. Y sin decir nada se llevó a Dogday a la enfermería. 

Toda la semana Kickin se sintió observado y era obvio que cuando veía a Catnap era porque el se quería mostrar. De esa manera y por el miedo que comenzó a generarles comenzaron a ser muy cuidadosos a la hora de jugar con Dogday, que inocentemente era ignorante del tema. 

Así paso un año y las cosas se ponían un poco tensas. Ahora cada tanto tiempo veía un Hombre en traje blanco, libreta y bolígrafo en mano. Les hacía un cuestionario en solitario a cada una de las criaturas sonrientes, siendo bastante más exhaustivo con Dogday. Ya que al ser el líder, tenía que saber cómo se sentían sus compañeros y que les gustaba o no, además de organizar salidas para que no se aburrieran y mantenerlos tranquilos sin que haya peleas internas. Todo con una sonrisa que cada vez se veía más grande. 

Al irse este dejaba a las criaturas bastante agotados y seguían con sus labores diarias. 

Dogday se fue a su habitación, esa había sido su 5 visita del Hombre de Blanco y sin duda sabía que le tenía saña. 

Su sonrisa cayó al igual que sus ojos,  se sentó al borde de la cama frustrado. 

- ¿porque tengo que sonreír siempre?...digo está en el nombre de lo que soy, pero....en verdad ellos no hacen caso a algún consejos si no se los digo sonriendo. O inmediatamente piensan que estoy enfermo.... solo... Quiero descansar...- Dogday se acostó fastidiado hasta que una cola lo abrazo de la cintura. - ¿Hummm?...¿Catnap?...- 

Este salió de las sombras de su habitación, acostándose junto a el, sin decir una palabra comenzó a ronronear y eso comenzó a calmar al can. 

- gracias....- lo acaricio un poco y cayó en un sueño profundo al inalar el gas de Catnap, últimamente lo había tenido que usar en Dogday, ya que esté no podía dormir de lo cansado o estresado que estaba. 

Al asegurarse que estuviera dormido, salió de la habitación y comenzó a buscar a los demás. Estos sabían que cuando veía a Catnap es porque hicieron algo malo, así que se arrinconaron en una esquina de la casa mientras lo veían acercarse. 

Tu eres mi salvación... eres mi sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora