Cuando te encuentres

Ana

Si te dio igual perder a Ana,
es porque nunca comprendiste
el valor que tiene un diamante.

Pero claro, ¿cómo te ibas a dar cuenta?
¿Cómo? Si sus manos eran las que sostenían
tu cuerpo cuanto te caías.
Si su voz era la que gritaba por la tuya
cuando te rompías.
¿Cómo mierda te ibas a dar cuenta
de que lo tenías todo?

Si siempre has vivido en una realidad
alternativa. 
Si siempre te pusiste una venda
en los ojos.

Destrozaste el cuerpo de la querida Ana,
al que hiciste creer que tus asquerosos dedos
estaban hechos de caramelo,
que tus miradas eran de miel.

Engañaste a la piel de la querida Ana
y le encendiste un fuego pasional
que siempre fue falso.

¿Para qué quisiste enamorarla
si a ti nunca te llamó la atención?

¿Para qué quisiste el tiempo
de la pobre Ana, si nunca buscaste
la luz, la belleza y la pasión que habita en ella?

Te entregó sus heridas
para que supieras
dónde estaba su dolor,
y has envenenado
su alma entera.

Ya no quiere más besos,
le saben a sal tus labios.
No quiere siquiera besar tus manos,
pues le sabe a cenizas.

Pero ya nada de eso importa:

A pesar de todo,

fue,
sigue
y seguirá...

Siendo Ana.