Capítulo 3

23 3 0
                                    

NO SE PUEDE SALVAR
LO QUE NO QUIERE
SER SALVADO

. . . .

Todas las cámaras apuntaban hacia nosotros, al punto de dificultarnos el camino hacia el auto que nos aguardaba para llevarnos al hotel

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Todas las cámaras apuntaban hacia nosotros, al punto de dificultarnos el camino hacia el auto que nos aguardaba para llevarnos al hotel.

—¡Linna! ¡Linna! —me llamaban los periodistas—. ¿Es esto una confirmación?

—¿Pasarás la noche con Niccolò?

Apenas nos vio acercarnos, el chofer nos abrió la puerta trasera del auto. Obligué a Nic a subirse casi de un empujón y me subí tras el. Me apresuré a trancar la puerta del auto y a colocarnos el cinturón de seguridad a mi y a Nic.

—¿No vas a agradecerme? —preguntó Nic.

—¿Agradecerte por qué? —pregunté enarcando una ceja.

—Mañana tú nombre estará en todos los titulares.

—¿Crees que necesitaba de este escándalo? —le reclamé—. Te conté lo emocionada que estaba por mañana. Si él viese ese titular...

—Te haría un favor —me interrumpió.

—No comprendo por qué odias verme feliz.

—Esto no es sobre tu felicidad, Linna —me
dijo—. Una mujer casada no puede ser artista.

—Eva Klein está casada —le recordé.

—Y eso le ha costado muchos seguidores... Seguidores que tú has logrado atrapar —me respondió—. Además, Eva es la excepción, no la regla.

—Sí me permiten aportar algo... —dijo el chofer—. Yo considero que solo un tonto dejaría de apoyar a una gran artista por algo tan banal como casarse.

—¿Que no todos estaremos casados en algún punto de nuestra vida? —agregué.

—Yo no —se apresuró a responder Nic.

Voltee a mirar por el parabrisas trasero del coche y noté que varios coches nos venían siguiendo. Probablemente los periodistas no habían quedado conformes con las fotos que nos habían tomado a Nic y a mí.

—Hemos llegado —nos informó el chofer.

—Por favor, compórtate —le pedí a Nic.

El chofer nos abrió la puerta y nos ayudó a bajar del coche. Niccolò llevó su brazo a mi espalda y se aferró a esta para lograr mantenerse de pie. Los flashes de las cámaras comenzaron a dispararse tanto que nos obstruían la visión.

Corazón de hierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora