1. Un encuentro inesperado

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—No, mamá. Te prometo que no te estaba ignorando —respondió Jungkook, apretando el número de su planta—. Es que estaba con Jin, y con todo el ruido del club no escuché tus llamadas.

Las puertas del ascensor se cerraron mientras él rodaba los ojos hacia el techo de metal sobre su cabeza. No había bebido lo suficiente como para estar borracho, pero sí como para no hacer ningún intento por evitar el resoplido frustrado y harto que soltó cuando su madre, al otro lado de la línea, volvió a quejarse, en esa ocasión con más ganas que la anterior, de que había pasado las peores horas de su vida imaginando que estaba muerto en a saber qué cuneta.

Crispado, Jungkook se preguntó mentalmente si no habría vuelto a los quince años sin darse cuenta. Era la única explicación que se le ocurría para estar recibiendo aquella llamada a las cinco de la mañana, cuando ya ni siquiera vivía en la misma ciudad que sus padres. Cortó a su madre, a pesar de que sabía lo mucho que odiaba que lo hiciera.

—Mamá —fingió no escuchar como chasqueaba la lengua—, lo siento, pero voy a colgar. Mi alarma suena dentro de un par de horas, y todavía ni he llegado a casa. Te llamo más tarde, cuando salga del trabajo, para saber qué le ha dicho el médico a papá. Os quiero.

Esperó a que se despidiera para colgar, y guardó el teléfono dentro de uno de los bolsillos de su cazadora azul mientras bostezaba.

Jungkook no solía salir por las noches, pero aquella había sido una ocasión especial. Lo único bueno de tener solo un amigo en la ciudad era que ese tipo de cosas solo podían ocurrir una vez al año. En realidad, dos. Pero la segunda implicaba hacer lo que él quisiera, y lo que Jungkook quería para celebrar su cumpleaños nunca era ir a un bar a beber y a bailar con desconocidos. Pero se lo había pasado bien. Siempre era divertido salir con Seokjin, y su pecho aún se mantenía caliente aunque ya hubieran pasado horas desde que este le había asegurado, totalmente borracho, que de todos los regalos que había recibido durante el día, el suyo había sido su preferido.

El ascensor llegó a la última planta y las puertas se abrieron con un pitido que le hizo alzar los párpados. No recordaba haberlos cerrado, y cuando miró al frente y procesó lo que estaba viendo, se dio cuenta de que, en realidad, tampoco los había abierto en ese momento. Ni siquiera estaba despierto, sino que seguía dormido dentro del ascensor. Tal vez tirado en el suelo, y probablemente en poco tiempo algún vecino que se marchaba al trabajo lo despertaría de un puntapié. Tenía que ser esa la verdad y no otra, porque era imposible que lo que tenía delante fuera cierto.

No tardó ni medio segundo en reconocerlo, a pesar de que tenía la parte de abajo de la cara cubierta con una mascarilla. Era imposible no hacerlo, era Vante.

El idol que en realidad no existía, que solo era un programa de ordenador, al que ni eso había podido frenarlo a la hora de convertirse en el cantante más popular que había dado su país. Lo conocía incluso la gente que no escuchaba kpop. Famoso hasta fuera de Corea del Sur, fuera de Asia. En el mundo entero. Era ese Vante, estaba seguro.

Y estaba... vestido todo de negro, con un bate de béisbol en una mano, y una bolsa de basura llena en la otra.

Vante subió los ojos desde el suelo hacia el interior del ascensor, hacia Jungkook, dejándolo sin respiración cuando sus miradas se conectaron. Jungkook quiso detenerse a apreciar su imaginación, porque lo había hecho incluso más guapo que cualquiera de las imágenes y vídeos suyos que recorrían la red, lo que siempre creyó imposible. Pero de pronto, los ojos de Vante dejaron atrás la confusión y se abrieron de par en par, con incluso más sorpresa que la suya, y pegó un grito tan alto y tan asustado que lo sacó de golpe de su equivocación.

Estoy despierto.

Y él está aquí.

Atónito, vio como dejaba caer la bolsa de basura al suelo mientras trataba de taparse la cara con el brazo para que no lo viera.

—O-oye —lo llamó, con el corazón acelerado—. ¿Estás bien? —preguntó, despegando la espalda de la pared del ascensor para acercarse a él.

Vante retrocedió al instante, y se aferró con más fuerza al bate de béisbol. Pero en vez de atizarle con él, algo que Jungkook creyó muy probable, lo que hizo fue echar a correr sin previo aviso, en dirección hacia el único otro apartamento que había en la planta a parte del suyo.

Lo persiguió por instinto, por si le ocurría algo malo. Pero se detuvo nada más salir del ascensor, al ver como se metía en casa. Cuando trató de volver a caminar solo un segundo más tarde, uno de sus pies chocó contra la bolsa de basura todavía en el suelo.

Jungkook se agachó a recogerla y se quedó mirándola antes de volver a ponerse en pie. Pese al susto y a la confusión del momento, los ojos le picaban y tenía un nuevo bostezo atascado en la garganta, amenazando con escapar en cualquier momento.

Qué lidie con ello el Jungkook de mañana. Soltó un hondo suspiro y, en vez de meterse de nuevo en el ascensor para ir a tirar la basura él mismo, porque no podía dejarla allí, se la llevó a casa. Necesitaba tenerla allí cuando se despertara no solo para acordarse, sino para asegurarse de que lo que había ocurrido era real, y no una alucinación culpa de la mezcla del alcohol y el sueño.

Ocurrió en la cuarta planta | taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora