Alguien le hundió la cabeza contra la almohada.
—Arriba, mocoso —ordenó una voz familiar—. O llegaremos tarde a trabajar.
—¿Jihphfin? —balbuceó contra ella, empezando a retorcerse sobre la cama para que Seokjin lo soltara. En momentos así, odiaba que tuviera llaves de su casa.
Cuando consiguió zafarse, se dio la vuelta hasta terminar boca arriba. Dio un par de bocanadas rápidas de aire y se quejó de que le dolía todo, y al escuchar la risa de Seokjin abrió los ojos con pesadez. Lo encontró de pie a su lado, con la misma ropa que unas horas atrás, y sacando un cruasán de una bolsa de papel marrón.
—Ya te dije que lo peor que podías hacer era venir a casa a dormir. Yo no me he acostado todavía, y mira, estoy fresco como una lechuga. —Sostuvo el cruasán sobre su cabeza, y el olor de este no tardó en despertar su apetito—. Levántate, anda. Cómete esto, vístete, y vámonos. En media hora tenemos que abrir la cafetería.
Jungkook levantó un poco la cabeza y los hombros y le pegó un mordisco al cruasán. Seokjin lo soltó, dejándolo caer sobre su cara. Jungkook le gruñó y volvió a desplomarse en la cama, antes de hacerle un gesto para que lo dejara solo.
Desayunó mientras se vestía ya con el uniforme de la cafetería, y cuando fue a la cocina a por una botella de agua, casi se tropezó con sus propios pies al ver la bolsa de basura allí, bajo la ventana semiabierta desde hacía dos semanas.
Lo había olvidado por completo. Entonces pasó de verdad.
Seokjin, quien lo había seguido para meterle prisa, golpeó suavemente su espalda al ver que no se movía.
—¿Qué pasa? Venga.
—Es... Es la bolsa de basura —balbuceó, sin saber cómo explicarse.
—¿La llena? Píllala. La tiraremos de camino.
—No, no es eso —replicó, incómodo—. No es mía, es de mi vecino.
—¿Por qué está la bolsa de basura de tu vecino aquí? —preguntó Seokjin, frunciendo el ceño—. ¿Y desde cuándo tienes vecino? Pensé que el apartamento estaba vacío.
Yo también. Pero no lo dijo.
—Yo... ¿Se la robé? —Seokjin trató de tocarle la frente y él echó la cabeza hacia atrás—. ¿Qué haces?
—Quiero ver si tienes fiebre.
Jungkook resopló y le dio un manotazo cuando volvió a intentarlo.
—No es eso. Da igual. —Fue hasta la nevera a por la botella de agua y la guardó dentro de su mochila. Después fue hacia la bolsa de basura y la cogió—. Ya estoy. Vámonos.
Fue horas más tarde, cuando ya solo faltaban unos minutos para el cambio de turno, que se animó a contarle por fin a Seokjin lo que había visto de madrugada al volver.
—¿Estás seguro? —preguntó Seokjin, mientras terminaba de limpiar la barra con una bayeta húmeda. A aquellas horas no había nadie en el local, así que podían hablar libremente, sin preocuparse porque alguien los escuchara—. A lo mejor solo era una persona muy parecida a él. O su modelo, al fin y al cabo, tuvieron que basarse en alguien para hacerlo, ¿no?
—Pero si es eso, ¿por qué se asustó y se marchó corriendo en cuanto me vio? —preguntó Jungkook, sentado en una de las mesas más próximas a la barra.
—Teniendo en cuenta que esta es la primera vez que ves dar señales de vida, quizá tenga algún tipo de fobia social, o algo por el estilo. Solo por si acaso, deberías dejarlo en paz.
—Sí —murmuró, bajando los ojos hacia el suelo—. Tienes razón.
—Oye —Seokjin lo llamó, consiguiendo que volviera a mirarlo—. No sigues enamorado de Vante, ¿verdad?
—No estaba enamorado —mintió, sintiendo como se le calentaban las orejas—. Y aunque lo hubiera estado, eso ya estaría más que superado.
—Bien —contestó Seokjin, con firmeza—. Porque te recuerdo que Vante no es real, y que si ese chico es de verdad el modelo que usaron para crearlo, lo más probable es que lo único que tengan en común sea su apariencia.
—Lo sé, Jin —espetó, irritado—. No soy estúpido —añadió, logrando sin querer que Seokjin se riera de él.
Cuando llegaron los camareros del turno de tarde, Seokjin y Jungkook se despidieron y se marcharon cada uno en una dirección diferente. El primero lo hizo con la idea de llegar a casa, ducharse y meterse en la cama hasta el día siguiente. El segundo, aunque sabía que Seokjin tenía razón y no debía molestar a alguien a quien no conocía, lo hizo con la intención de, al menos, tratar de disculparse. Sabía que lo único que había hecho era subirse al ascensor, pero llevaba toda la mañana dándole vueltas a la manera en la que había actuado el otro. Lo último que quería, fuera quien fuera realmente, era que su vecino pensara que era una persona a la que debía temer.
Su bloque quedaba bastante cerca del trabajo, así que estuvo allí en cuestión de minutos. Subió las escaleras en vez de utilizar el ascensor, y cuando llegó a la cuarta planta, la suya, en lugar de ir hacia su puerta tal y como había hecho siempre desde que se mudó, fue hacia la de su vecino.
Jungkook se detuvo frente a ella, mirándola con atención. Si bien era cierto que tenía un felpudo, nunca se había parado a pensar en que había alguien viviendo allí. Eso era, más que nada, porque el felpudo era igual que el suyo, y que el del resto de apartamentos del edificio. Y porque no había visto nunca antes a nadie allí. Ya no solo a su vecino, sino a alguna visita o repartidor. Pero tampoco acaba de mudarse. Cuando alguien se traslada al edificio, el presidente manda una circular. Las palabras de Seokjin sobre una supuesta fobia volvieron a su cabeza, haciendo que se replanteara lo que estaba a punto de hacer.
Pero si no lo quito de su error, las cosas no cambiarán nunca. Soltó un suspiro y llamó a la puerta. Esperó durante unos segundos que terminaron por volverse dos minutos, y solo entonces empezó a pensar que de verdad no había nadie en casa, que en realidad Seokjin se había equivocado. Hasta que, en el silencio del rellano pudo escuchar un crujido delator al otro lado de la puerta.
Jungkook retrocedió hasta salir de encima del felpudo, para que pudiera verlo bien a través de la mirilla en caso de que quisiera.
—Hola —saludó, levantando la voz. Quienquiera que fuera la persona dentro del apartamento, estaba claro que no tenía ninguna intención por salir—. Yo... Yo soy Jeon Jungkook —se presentó con torpeza—. El vecino de enfrente. Nos vimos anoche. —Jungkook se quedó callado, creando un nuevo silencio que se le hizo bastante incómodo, a pesar de que no estaban cara a cara. Al volver a hablar, lo hizo claramente avergonzado—. Quería disculparme por haberte asustado —dijo de forma atropellada—. Supongo que no tenía el mejor aspecto del mundo; había salido a celebrar el cumpleaños de mi mejor amigo, y... —suspiró y metió una mano dentro de su mochila, sacando de su interior un paquete de donas que había comprado en la tienda de conveniencia que había de camino entre la cafetería y el bloque—. Las había comprado para mí, pero son todas tuyas si me perdonas.
Se quedó esperando por una respuesta que estaba claro que no iba a llegar. Pasado otro minuto, soltó un nuevo suspiro y dejó el paquete de donas sobre el felpudo. Se despidió con un movimiento de mano frente a la mirilla, antes de darse la vuelta y marcharse a su propio apartamento.
Salió de nuevo poco después, tras recordar que había olvidado comprobar al volver a casa si tenía alguna carta en el buzón. Se detuvo al darse cuenta de que el paquete de donas ya no estaba allí. En su lugar había un papel doblado que tuvo que ir a recoger, en el que había dos frases. Estás perdonado. Por favor, no vengas a verme más. Escritas con la misma caligrafía que, más tarde, mientras estaba aburrido en internet, Jungkook descubriría que era la misma que tenían todas las cosas que simulaban estar escritas por Vante.
ESTÁS LEYENDO
Ocurrió en la cuarta planta | taekook
FanfictionTodos conocen a Vante. Es el idol más famoso que hay actualmente, no solo en Corea, sino en todo el mundo. Parte de su fama no se basa solo en su talento, sino también en el hecho de que no es una persona real. Es un programa de ordenador llevado a...