SENTIMIENTO GAY
Grito vano de amor me dió su lengua embustera, su cuerpo descorazonado y aquella esencia falaz de amante impetuoso, cuando lo que sólo quería era escupir desamor. Acaso tanto afecto mío calcinó su corazón, ¿o ésa es su extraña forma de desfigurar las pasiones vividas y de negarle un presente a la comunión de nuestras almas? Ahora que no hay futuro de amor que aguarde, tampoco hay recuerdo bueno o malo que resista mi vida sin que lo descargue todo de una vez... A mi modo... Justamente en la habitación donde nos jugamos amor eterno, estoy viendo mi reflejo en el espejo, bañado en lágrimas. Las palabras fluyen como un torrente sanguíneo, tanto que mi aliento está difuminando mi imagen reflejada, y yo voy internándose cada vez más en el pasado, y tú vas arrastrado en él. Ése es el precio de lo que un día nació para hoy sepultarse. No negará nadie que soy un libro abierto, y quizá le abra los ojos a muchos aunque no con una linda historia; no importa que parezca falsa o cierta, lo que importa es que cosas como éstas suceden. Puedo cerrar los ojos y atravesar ese oscuro túnel que es mi vida...
"El Alexis es un cabrini, un rarini... ", coreaban en el barrio, porque antes que pensar en meter goles prefería los mates y la net; definitivamente no era como la mayoría de los patas, salvo como Beto, el único amigo y cómplice de mi realidad, de quién se me pegaron rápidamente ciertos amaneramientos. Que me llamaran así daba bronca. No pude con la pelota, pero sí con el trompo y las bolas — algo tenía que hacer para frenar esas piedras — , además de aprender a trompearme, porque al fin y al cabo, viviendo cerca de los barracones, homosexual y todo, tenía que saber defenderme.
Ser o no ser era una idiota frase filosófica que resonaba en mi cerebro cuando los otros chicos del Colegio hablaban de chapar a alguna chiquilla y que otro se ufanaba con orgullo de sus primeras experiencias sexuales. ¿De qué primera vez podía hablar? ¿De aquella que descubrí tan violentamente? Ni hablar.
Martillaba mi cabeza la pesadilla de haber dejado que los hijos de la amiga de mama, esposa de un judío dueño de una tienda de telas — en el barrio Chalaco que me vio nacer — , hicieran conmigo lo que les vino en gana durante incontables sábados que, por desgracia, mi madre me encargaban en esa casa, mientras trabajaba en la tienda del judío, que parecía un orangután rosado. Bajo las braguetas de Abraham, de dieciséis, y Josué, de trece, cuando yo a pensas tenía cuatro años, mi boca, antes que saber de un beso dulce en otra boca, supo de otra cosa, amarga y distinta. A tal edad oí por primera vez a alguien llamándome maricón después de haber osado amenazarme de hacer que su perro me mor diera si no besaba y chupaba su miembro. Dos años después — desgracia mía — se repitió la historia con un grandulón de dieciocho que me inquietó a jugar con él y al final me forzó a otra cosa que no era precisamente un juego. Por poco y me parte el traser* "Ya tu cul* está bautizado, la próxima vez te va a gustar este jueguito, búscame, que yo te estaré esperando", me dijo el depravado sin inmutarse siquiera. Regrese a casa con el trasero adolorido y llore mi tragedia, sin que jamás nadie lo supiera. Ni siquiera el hecho de enmudecer por días despertó sospechas de mis padres, sería que preocupaba más la falta de dinero. Si notaron mi cambio, no tuvieron la prudencia de averiguar porqué.No obstante de ese traumático hecho, que me hizo temer salir de casa por buen tiempo, nada acabó con los pocos recuerdos gratos de mi infancia. Siempre diré que mi memoria es nítida desde que tuve tres años. Papá y mamá me recibieron en el materno infantil de Bellavista, una soleada tarde del sesenta y uno. Destacan imborrables las mañanas con olor a mar salado, mi madre y su canaste saliendo por la humilde calle Guisse, enrumbando al mercado conmigo de la mano; y mi padre aconsejando que no saliera del perímetro del pasadizo de la casa, porque había mucha gente de mal vivir. Lo que menos querían ellos — paradójicamente — era dejar solo al único hijo que hasta el momento tenían... Imposible olvidar, tampoco, el día que los amigos de lo ajeno vaciaron la casa, barriendo con todo artefacto y enseres que encontraron, incluso con unos ahorros muy bien escondidos. Ese hecho fue un impacto doloroso; pero algo hizo que en adelante reinará más amor, sobre todo cuando nació mi hermano. Papa y mamá eran apristas hasta el tuétano — eso me gustaba, sobre todo cuando había que pintar pancartas — , y el lema era inculcarnos estudio; siempre estaban detrás de nuestros cuadernos y sabían premiarnos, mamá con su suculento plato de tallarines verdes, y papá solía pasearnos en su bicicleta y darse chapuzones con nosotros en las aguas heladas de Chucuito. Mamá no hacia más que preocurar prodigaron cariño y protección, pero a ambos le faltó desconfiar de tanta gente mala que había por ahí. Éramos un hogar pobre pero cargado de alegrías, hasta que éstas se escurrieron — sabe Dios por qué — por la puerta de nuestra vieja casa. Maldije hasta el cansancio que papá nos deja buen tiempo para irse a trabajar a la selva, cuando más lo necesitábamos; que culpa tenía él, si sólo allá podía ganarse los frijoles. Pobre papá, es menos severo que antes, pero estoy tan distante como si le temiera más que nunca. Sin embargo, imposible negar que, a pesar de todo, sólo quiso mi bien, más se equivocó tantas veces. Muchas cosas cambiaron y un nuevo sentimiento me invadió en su ausencia.
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Canto de dolor, no repitan la canción: la historia de Alex Brocca
RandomHistoria autobiográfica del bailarín Alejandro Iván Gutiérrez Brocca, más conocido como Alex Brocca, que cuenta con muchos detalles su experiencia, pasado, romances, su viaje de autoconocimiento, entre más. DERECHOS DE AUTOR AL LIBRO ORIGINAL. DER...