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Azrael miro un punto fijo en la habitación mientras era vestido por tres criada.

Tenía ganas de suicidarse y morir de una vez por todas pero también tenía miedo de morir.

_Su cabello es muy suave príncipe.
_tiene unos ojos hermosos príncipe
_su piel es suave como la de un bebé.

Claro, un bebé luego de sufrir los 40 latigazo de Cristo.

El no tenía cicatrices en la raja del culo porque Dios era grande, no se imagina que hubiera pasado si fuese chiquito.

_El emperador y la princesa heredera lo esperan para tomar el té.
_diles que estoy enfermo.
_no está enfermo príncipe
_¿No? Yo me siento mareado y con náuseas como si ustedes me hubieran dado comida en mal estado. Creo que sí, estoy enfermo ¿No es así?
_s-si principe.

Flashback

Athanacia observó a Azrael con una mezcla de preocupación y sorpresa. La frialdad del niño le parecía escalofriante, como si cada palabra que salía de su boca estuviera envuelta en una capa de hielo. ¿Qué había pasado en su vida para que se expresara de esa manera? Sin embargo, la curiosidad que sentía hacia él se veía opacada por la angustia de su revelación.

Claude, que aún mantenía una expresión neutral, decidió interrumpir la incomodidad que se había apoderado de la habitación. —Azrael, todos merecen una segunda oportunidad. Tal vez no te gustó la atención, pero eso no justifica…

—¿Justificar qué? —interrumpió el niño con un desdén que lo hacía parecer mucho mayor de lo que era—. ¿La vida de aquellos que se creían superiores a mí? ¡Eran solo cuidadores! No eran más que sombras que se movían a mi alrededor, tratando de amansarme. Preferí liberarme.

La sinceridad en su voz hizo que Claude frunciera el ceño. —Liberarte, ¿a costa de sus vidas? Eso no suena como una liberación, sino como una cadena que tú mismo has creado.

—¿Es eso lo que se supone que debo hacer? ¿Seguir siendo un prisionero de sus caricias y cuidados? —Azrael se cruzó de brazos, su mirada afilada como un cuchillo—. No lo necesito. Me basto solo.

—Pero no estás solo, Azrael —dijo Athanacia, acercándose un poco—. Yo… yo quiero ayudarte. No tienes que sentirte así. La vulnerabilidad en su voz la hizo parecer más adulta de lo que realmente era.

El niño la miró con una mezcla de incredulidad y desdén. —¿Ayudarme? ¿Cómo? ¿Con tus dulces palabras de consuelo? No necesito eso. Necesito poder, control.

Claude decidió cambiar el rumbo de la conversación, sintiendo que la tensión era demasiado pesada. —Digamos que esto es un nuevo comienzo para todos. Podríamos encontrar un lugar donde tú y Athanacia puedan crecer sin miedo, sin las cadenas del pasado.

Azrael se rió, pero no había alegría en su risa. —¿Un nuevo comienzo? ¿En este castillo? Solo veo muros que me observan, guardias que susurran detrás de las puertas. Esto no es libertad, es otra prisión. Se volvió hacia la ventana, donde la luz del sol se filtraba a través de las cortinas—. Aún así, el sol puede calentar las cosas. Quizás me quede un poco más.

—¿Por qué te quedas? —preguntó Athanacia, deseando entender su lógica—. Si esto es una prisión, ¿por qué no huyes?

Azrael se encogió de hombros. —Porque el mundo afuera es más peligroso. La verdad es que, a pesar de lo que pienses, no tengo miedo de morir. Lo que me asusta es vivir en este constante estado de incertidumbre, sin saber si algún día alguien verá más allá de esta fachada.

—No eres una fachada —le aseguró Claude, sintiéndose atraído por la angustia del niño—. Eres un niño que ha sufrido. Nadie está aquí para juzgarte, solo para ofrecerte ayuda.

Azrael volvió a mirarlos, el fuego en sus ojos pareciendo apagarse un poco. —¿Ayuda? Lo dudo. La gente nunca ayuda realmente. Solo busca manipularte para su propio beneficio.

—Pero tal vez nosotros seamos diferentes —dijo Athanacia, su voz suave y sincera—. No quiero que sufras. ¿No hay algo que puedas compartir con nosotros? Algo que te ayude a sentirte menos solo.

Fin del flashback

Por un momento, Azrael vaciló. El peso de sus pensamientos era abrumador, y las tres criadas que le vestían en ese momento parecían tan ajenas a su dolor. —¿Cómo puedes ser tan tonta? —murmuró, aunque su tono era más ligero, casi juguetón—. No se trata de ser solitario. Se trata de la elección de serlo.

¿En Qué Infierno Renaci? PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora