Ki y Vi

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- Amor, no me mires así - pidió Violeta, sentándose en el sofá de la casa de alquiler que apenas habían estrenado hacía un par de semanas.

- ¿Cómo te estoy mirando? - se hizo la desentendida Chiara, tomando asiento a su lado, asegurándose de dejar el mínimo espacio posible entre las dos.

- Así - la imitó la pelirroja, poniéndole ojitos de inocente-. Como si quisieras algo.

- Es que quiero algo... - sonrió pícara la otra.

- Antes de que lo digas, siento informarte de que no podemos - fue tajante Violeta, aunque no pudo poner un gesto serio en su cara.

- Sí que podemos, Vivi. ¿No has visto lo bien que los cogías? ¿Que le dabas el biberoncito y se quería quedar el gatito contigo para siempre? ¿No te ha parecido adorable? - argumentó.

- Kiki, tú has dicho mil veces que no te gustan los animales.

- Y no me gustan - alzó las manos-. Pero estos sí. Son gatitos bebés, amor. Les cuidaríamos muy bien. Y nos querrían mucho.

- ¿Sabes qué hay que tener para cuidar bien a un gato bebé? - alzó una ceja Violeta.

- ¿Qué?

- Tiempo. Y un ritmo de vida estable.

- Somos dos, nos podemos coordinar. Yo no lo veo tan difícil. Y a ti te encantan los gatitos negros - puso Chiara un puchero.

Violeta dejó un pico en esos labios fruncidos.

- Adoptar no es una decisión que se tome a la ligera. No son un juguete, Kiki. Para cuidar de un gato hay que tener mucha responsabilidad...

- Dos gatos - interrumpió Chiara su discurso.

- ¿Cómo que dos? - abrió mucho los ojos Violeta.

- Vi y Ki. No los vamos a separar - evidenció la otra.

- Amor - repitió, paciente-. Creo que estás con la adrenalina y la ternura del momento, pero...

- Ay, Vio, no te hagas la dura. Si yo sé que tú también quieres igual que yo. Te he visto la cara de madre gatuna, el hoyuelito... - le acarició la cara-. Yo te prometo que me lo tomaría muy en serio.

Violeta sonrió. La simple imagen de esos dos gatitos correteando por ese piso recién estrenado y Kiki detrás jugando con ellos le derretía el corazón. Pero negó con la cabeza para apartar esos pensamientos.

- Hay otro problema - anunció Violeta.

- A ver, ¿cuál? - resopló Chiara.

- Siento decirte que para cuidar de un gato... Para cuidar de dos gatos - rectificó-. Se necesitan las dos manos y toda tu atención.

- No te entiendo - frunció el ceño.

- Se necesitan las dos manos que usas veinticuatro siete para jugar al jueguito ese del demonio - aclaró, acusándola con la mirada.

- ¿En serio, amor? ¿Estás aprovechando esta situación para meterte con el Subway otra vez? - se hizo la indignada Chiara.

- Es que lo tuyo ya es obsesión. Y que me dejes de lado a mí, bueno, tiene un pase...

- Yo no te dejo de lado a ti por jugar - se defendió Chiara, apuntado su pecho con el dedo índice.

- Hombre, un poco sí - se cruzó de brazos la otra.

- Ay, ven aquí - agarró sus piernas para pasarlas por encima de las suyas y que Violeta quedara a horcajadas sobre ella-. ¿Estás celosa de un juego?

- ¡No! Eso sería ridículo, Kiki.

- Lo sería, sí - musitó, pasando las manos por la espalda de Violeta y atrayéndola hacia ella para besarla.

Violeta aprovechó para profundizar el beso, dejando caricias en el cuello de la otra.

- Espera - se separó Chiara y le dedicó una mirada acusadora-. ¿Estás intentando distraerme para que me olvide de Ki y Vi?

- ¿Yo? Para nada. Solo te estaba dando unos besitos ahora que tengo toda tu atención - la besó de nuevo, Chiara se mordió el labio tras el contacto.

- Quizás el problema no sea mi adicción a cierto juego, si no que tú te pongas celosa de todo lo que robe mi atención - picó Chiara-. Y ya te advierto que esos michis van a ser mi debilidad.

- Yo no estoy celosa de nada.

- ¿Ni de las rubias? - alzó una ceja.

- De las rubias, menos - aseguró Violeta, regalándole una sonrisa repleta de seguridad en sí misma que la otra no pudo no besar-. Y si, en un hipotético caso, adoptáramos a esos gatitos, la que se moriría de celos porque ellos tuvieran mi atención serías tú.

Chiara negó con la cabeza.

- Solo hay una manera de comprobarlo... Tienes el insta de la protectora, ¿no? Podríamos hablarles...

- Kiki, ¿pero tú estás segura? No has tenido animales en tu vida. No tienes ni idea de lo que hay que hacer.

- Pero aprenderíamos juntas - insistió-. Y nos organizaríamos bien. Compraríamos transportines con estampado de cerezas. No sé... Mucha gente tiene gatos. Yo creo que podemos con ello. Y sé que tú piensas lo mismo desde que los has visto.

Violeta se quedó callada y Chiara aprovechó para dejar besitos en su cuello, para nada con la intención de convencerla. Más bien, para hacerle más placentera la reflexión.

Violeta volvió a esa imagen mental de los gatos por casa. De Kiki dándoles el biberón y ella corrigiendo la posición de su mano con ternura. De ambas eligiendo juguetes para que Ki y Vi los ignoraran al descubrir que se entretenían mucho más con cualquier caja vacía. De, quizás, estresarse porque uno de los dos les saliera revoltoso de más y le diera por tirar la única maceta que había en todo el piso. De que, quizás, tuvieran que añadir a su cuenta de Spotify una lista de reproducción de música para gatos.

- La verdad es que a mí también me haría mucha ilusión en el fondo - sonrió con hoyuelo incluido.

Chiara imitó su sonrisa. Por el brillo en la mirada de su chica, supo que la decisión estaba tomada. Y la besó.

- Is that a yes? - preguntó, solo para que lo verbalizara.

- Si en una semana seguimos pensando lo mismo, escribimos a la protectora. Tenemos que estar seguras, Kiki.

- Me encanta que seas tan responsable. Aunque estoy segura que no vamos a cambiar de opinión - Chiara la besó de nuevo y puso su voz más aguda mientras alzaba las cejas-. Are you ready to be a gatitos' mom?

- Yes, I am ready - contestó Violeta, imitando su acento británico ya casi a la perfección-. We are so ready.

Not my intention | Kivi (One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora