Una rosa y un libro

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Chiara dormía profundamente cuando el sonido del timbre la despertó. Se removió entre las sábanas, tratando de obviar el ruido estridente del telefonillo para poder quedarse un rato más en su sueño, que tenía como protagonistas a los ojos color chocolate más bonitos que había visto en su vida. Los de su novia.

Cuando el timbre volvió a sonar, Chiara se puso la almohada en la cabeza para ignorarlo y seguir durmiendo. Para un día que podía hacerlo hasta tarde, no entraba en sus planes atender a quien llamaba a las nueve de la mañana.

De repente, al telefonillo se le añadió la vibración de su móvil. Era una llamada entrante de Violeta.

Chiara se preocupó y se ilusionó a partes iguales. No era normal que su chica la llamara a esas horas. Ni siquiera que la llamara, pues la generación zeta no entendía de conversaciones telefónicas. Pero, dejando a un lado cualquier preocupación, atendió con una sonrisa en la cara. Se le había formado de manera involuntaria al ver la foto que le tenía asignada. Un primer plano que derretiría a cualquiera.

- ¿Vivi? - contestó Chiara, con voz somnolienta.

- Kiki, ¿estás sorda? Llevo como cinco minutos picando a tu casa y...

- ¡¿Qué?! - saltó Chiara de la cama como un resorte, y se puso las gafas torpemente-. ¿Me estás vacilando?

- Si me abres, igual, te das cuenta de que no. Pensaba que estaba Rus en el piso, pero ya veo que te han dejado sola...

Chiara no escuchó ninguna de sus suposiciones con claridad. Bastante tuvo con correr hacia la cocina, donde tenían el interfono y abrirle la puerta de abajo a su chica.

Lo hizo con las manos temblorosas, sin poder creer que realmente estaba allí.

Corrió de nuevo hacia la puerta del piso y la abrió de par en par. No podía esperar a que Violeta subiera los dos pisos que las separaban.

Se derritió definitivamente cuando la vio subir el último tramo de escaleras con una rosa en una mano y un regalo, que no podía ser otra cosa que un libro, en la otra. El edificio era antiguo y Violeta, en sus anteriores visitas, nunca había querido usar el ascensor, porque decía que le daba mal rollo.

Chiara nunca había agradecido tanto esa manía hasta ese momento, ya que le había permitido verla durante más rato, antes de saltarle encima como un koala cuando la tuvo a su alcance.

- ¿Qué haces aquí, amor? - gritó Chiara, sin poder contener la emoción, mientras la abrazaba. A la morena no le importó que la otra tuviera que hacer de equilibrista para no tirar ni la rosa, ni el libro, ni a ella.

- ¿Alguien había pedido un Alsa por amor con motivo de Sant Jordi? - le susurró Violeta, antes de bajarla al suelo y dedicarle su mejor sonrisa.

Ambas llevaban algo menos de dos años juntas, y unos cuantos meses a distancia. Violeta vivía en Madrid y Chiara en Barcelona. Pese a haberse conocido en la capital, tenían que hacer vidas separadas por al menos un tiempo por motivos de trabajo y no lo estaban llevando bien.

Es decir, se querían, estaba claro. Pero se echaban de menos a rabiar. Y pese que Chiara ya conocía Barcelona, de haber vivido antes allí, se moría de ganas de compartirla con Violeta.

Y vaya si había insistido en que el 23 de abril, Sant Jordi, era el día más importante del año. Y le había contado a la pelirroja la leyenda, y las tradiciones e insistido en lo bonita que ponían la Casa Batlló. Y había hecho hincapié en lo mágico que era todo durante esa jornada repleta de parejas enamoradas paseando por las calles del centro de la ciudad condal.

Y Violeta había escuchado todas esas explicaciones trazando un plan perfecto. Sabiendo que su novia trabajaba de tarde ese día, aprovecharía las horas que le debían en su curro para hacer una visita exprés.

Not my intention | Kivi (One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora