"Nos hemos cruzado pero él decidió mirar a los ojitos azules que iban de su lado"
....
-Madre!
Gritaba la joven, mientras buscaba a la mayor por todos los pasillos del jardín botánico.
-¿Puedes bajar tu voz?, me los espantas.
La madre hizo hizo una seña con sus ojos hacia la clientela quienes miraban a las dos mujeres de manera extraña.
-Si...digamos que las rosas se secaron.
-Cierto hoy vendrá un joven y traerá nuevas, solo abre bien los ojos y lo recibes indicándole donde las ubicará.
Amenazó la mayor, elevando su dedo índice mientras golpeaba la frente de su hija con burla para finalmente irse.
La joven se encontraba con una libreta y un lapicero en mano observando y anotando rigurosamente que plantas estaban en un buen y mal estado, estaba tan concentrada que no prestó atención a una voz agitada.
-Hola!
Aquella joven, colocó el lapicero entré su cabello y giró descifrando a un joven de tez blanca, peliverde, ojos verdes esmeralda y de notables pecas.
Las mejillas de ambos fueron tornándose de un tono carmín, sonrieron torpemente hasta que el pecoso terminó rompiendo el silencio.
-Eh, y-yo traigo... ¿Rosas? -Habló de manera nerviosa mientras extendía una caja que almacenaba tres maceteros.
La chica sonrió tomando la caja y retirando las macetas colocándolos en la repisa de exposición.
-Gracias....
-No hay de que....soy Izuku Midoriya
Ese día sería el menos pensado para los dos jóvenes que platicaban embobados mirándose el uno al otro, desde ese momento en el que se conocieron el tiempo era lo menos silencioso.
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-Es lindo...
-No te gustó?
Aquella chica tenía un pequeña sonrisa nerviosa viendo una gardenia perfectamente blanca, pero ella era hija de una cuidadora de rosas, especialmente esta planta, pero siempre estaba alegre al pensar que el pecoso se esforzaba dándole pequeños detalles aunque no sean con las flores más comunes pero significativas.
