Capítulo 1.

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- ¡MADISON ISABELLA! - la chica se levanta de un salto soltando un gemido, sintiendo su corazón latir con fuerza por el susto que le causó.

El grito de la monja la hace darse cuenta de ha dormido de más.

Justo por una noche que podía dormir profundamente. Porque una de dos, no dormía nada o dormía mucho. Y en los últimos días estaba siendo torturada por la primera opción.

- ¿Cuántas veces más tengo que reprenderte para que seas puntual? Debías estar en el comedor para desayunar hace diez minutos.

La chica se frota los ojos lentamente y se levanta de su cama aun adormilada, dirigiéndose al baño y cerrando de un portazo, ignorando por completo los regaños de la monja.

- ¡Madison Isabella Jones, que esta sea la última vez que me dejas hablando sola, por el amor de Dios! ¿Nadie te enseñó a respetar a los mayores? ¡Maleducada!

- ¡Siento decepcionarla, pero me quedé sin padres que me enseñen hace más de ocho años! – grita ella irónicamente, empezando a desprenderse de su ropa.

- ¡No puedo creer que seas tan insolente! ¡Con esa actitud...!

- ¡Nadie me va a querer, ya lo sé, que todo el mundo me lo recuerda siempre...! -Isa suspira pesadamente, si bien sabía tomarse sus traumas con humor, nunca dejaban de dolerle, de hecho, cada vez que alguien se los recuerda sus ojos se nublan de inmediato.

Podría burlarse de sus traumas y tomárselos con sarcasmo, pero eso no quitaba el hecho de que cada vez que bromeaba sobre ellos le daban unas increíbles ganas de llorar.

- ¡Si no le molesta me quiero bañar con tranquilidad!

Y es que estaba cansada de que siempre le recordaran la miseria que era... era difícil escucharlo todos los días.

-Jesús bendito, ilumina a esta niña para que deje de ser así...

"Mejor pide por que por fin sea feliz" piensa ella con tristeza.

Una vez queda sola se toma su tiempo para tomar un baño, sintiendo el agua fría, que a pesar de ser horrible, se llevaba todas las cosas malas de su cuerpo durante un rato. Luego, una vez se pone la ropa interior, se mira fijamente al espejo.

Ya tenía suficiente con tener el odio de los demás, no quería que el odio que tenía por si misma se intensificara aún más.

Intentando estar completamente inexpresiva, pasea su mirada por todo su cuerpo, soltando un largo suspiro y evitando juzgarse a sí misma. La chiquilla sabía que su cuerpo no es perfecto, aunque ciertamente, nadie es perfecto en este mundo cruel.

Las lágrimas invaden sus ojos con cada segundo que pasaba mirándose, porque cada cicatriz que había en sus muñecas, entrepiernas y en su abdomen la llenaban de recuerdos de un pasado doloroso.

Un pasado doloroso que por más que intentaba enterrar le era imposible.

Sin querer torturarse más se pone rápidamente su uniforme: camisa de manga corta, medias hasta la mitad de los muslos, una falda a cuadros y zapatillas. Encima del uniforme, se pone un ancho buzo negro que cubre su pecho y brazos.

Con unas cuantas mentiras, desde que llegó al internado logró sacar un permiso especial para usar buzos por encima del uniforme siempre y cuando fueran de colores parecidos a los del uniforme.

Se da un nuevo vistazo en el espejo, lo único de ella que no odiaba es su cabello, adornado con mechas rosas, haciéndole homenaje a Draculaura, el personaje que más ama en el mundo.

Our Little PrincessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora