Segundo Espejo

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Podía moverse, ya no sentía presión, estaba en la misma posición que justo antes de tocar el espejo que se situaba a su derecha. No entendía nada, pero fue justamente eso lo que hizo que no parase ahí.


Decidida a llegar hasta el fondo del asunto, Alice, con algo de miedo, tocó el segundo espejo, el cual se encontraba a su izquierda. Una vez lo tocó, toda la habitación se llenó de un color grisáceo que la incomodaba por momentos pero que, extrañamente, le resultaba familiar, como si ya hubiese estado ahí antes.

Intentó moverse, pero solo pudo moverse unos centímetros, haciendo que se cayese y, por ende, escuchando el agudo sonido de los grilletes que la ataban por todo el cuerpo. Se encontró a sí misma en el suelo, en una pequeña habitación gris y sin poder hacer nada por culpa de esas cadenas. Sentía que, poco a poco, las cadenas iban pesando más, sobre todo la que tenia alrededor del cuello. No podía soportarlo, pero no podía hacer nada para remediarlo. 

Intentó llevarse las manos al cuello para intentar quitarse el grillete, pero las cadenas eran muy cortas, no era posible.

Empezaban a caer lágrimas de sus ojos, el grillete de su cuello llegó a pesar tanto que tuvo que tumbarse en el suelo para no sufrir.  Se encontraba sola, repleta de cadenas y grilletes y, casi sin poder hablar debido a sus sollozos, volvió a gritar.


- ¡Basta ya!


No era como el primer grito, este era desgarrador. Podía sentir cómo sus cuerdas vocales sufrían y sufrían por el grito.


Momentos después, justo al pestañear de nuevo, se encontraba en su habitación con el color que suele tener. Sin cadenas ni grilletes. Podía moverse con normalidad.


La tortura de AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora