2- Alba

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La alarma sonó de golpe y Chiara se sobresaltó en la cama. La apagó y volvió a quedarse dormida. 

Escuchó unos golpes en la puerta y suspiró tapándose la cabeza con la almohada.

– Chiara, arriba, ¿no querías adaptarte lo antes posible? pues a ello- decía su madre al otro lado de la puerta.

Ella suspiró y se desperezó en la cama, acto seguido se levantó y procedió a darse una ducha.

Tras una larga ducha, se secó el pelo, se puso una sudadera y bajó a la cocina-sala de estar. 

– ¿Qué vas a desayunar?- preguntó Jasmine, mientras terminaba de beber un vaso de leche.

– Pues… no sé, ¿qué hay?- preguntó a Emma.

– Ahora mismo no mucho, hay que ir a hacer la compra, ¿por qué no vas tú y así vas conociendo un poco la ciudad?

Suspiró

– Mamá, ni siquiera he desayunado, no me apetece salir.

– Anda, que seguro que te sienta bien algo de sol en esa carita- dijo Emma sonriendo.

– Vaaaaale- dijo para que su madre no siguiera insistiendo.

La verdad es que no le apetecía nada salir y recorrer media ciudad sin llevar nada en el estómago. Cuando tenía hambre no podía pensar con claridad, y seguro que se perdería y terminaría en algún lugar en el que no debería. Eso para Chiara era algo que odiaba. Odiaba lo despistada que era a veces, odiaba cuando no era capaz de hacer algo a la primera, y sobretodo odiaba su manera de afrontar los problemas. Ella pensaba que no podía permitirse ser así y que debía evitarlo de cualquier manera, pero, en el fondo sabía que le era imposible. 

A los cinco años, a Chiara le diagnosticaron TDAH, por eso sabía que no podía evitarlo del todo, aunque lo intentaba con todas sus fuerzas.

Cogió una galleta y se la comió mientras volvía a su habitación para vestirse en condiciones.

Tras una media hora en la que no supo qué ponerse, ya que no tenía ni idea de la temperatura que hacía en Granada, puso rumbo a bajar las escaleras. Se había decantado por unos pantalones vaqueros anchos y un top blanco de manga corta donde se podía leer con claridad “I love London”, también había cogido una sudadera por si acaso. 

– A unas cuantas calles hay un pequeño supermercado, compra lo que te he mandado por mensaje, y no te desubiques por favor- dijo Emma.

– Espero que no sea mucho, no quiero venir con trescientas bolsas en las manos- dijo mientras cogía el móvil y las llaves y salió por la puerta.

– De todas formas, tengo el móvil en sonido.

Eso es lo último que escuchó antes de cerrar la puerta. Encima se cachondeaba.

Miró hacia delante y suspiró, después miró hacia derecha e izquierda, no recordaba por donde le había dicho su madre que era. 

– Joder Chiara, empiezas bien- pensó.

Al final decidió ir hacia la derecha, y después de pasar por seis calles, paró enfrente de una cafetería. Seis calles y no había encontrado ningún supermercado. El estómago le rugía con fuerza.

– No puedo pensar con el estómago vacío- pensó

Decidió entrar en la cafetería y se sentó en una mesa cerca del ventanal. Una chica morena de unos veintitrés-veinticuatro años se acercó con una libreta en la mano. Pidió un café y un donut. La chica se marchó y me dejó sola. 

Sentía que todos los pares de ojos del local se dirigían hacía ella. Odiaba tener esa sensación, ya que obviamente era paranoia suya y nadie la miraba, pero se sentía muy incómoda.

VORÁGINEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora