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Haruko Takamura es una chica demasiado baja, mide 1.46 metros. Tuvo un nacimiento prematuro, esto mismo le dio un fallo en la hipófisis: reduciendo sus hormonas de crecimiento y limitando un buen desarrollo físico.

A pesar de su condición, fue una increíble jugadora de voleibol durante su etapa de secundaria, pero siempre se sintió acomplejada. Era mucho más pequeña que sus compañeras y las chicas de los equipos contrarios.
Por esto mismo, tenía problemas para socializar, siempre se sentía intimidada por la altura de todas las personas, estaba consciente de que siempre habría una diferencia de altura.

Aún así, todas sus temporadas jugó como líbero, pero solo tenía un sueño, jugar como la estrella del equipo.

Al finalizar su segundo año de secundaria, una cita médica arruinó totalmente sus esperanzas: ella no iba a crecer más. Sus padres estaban preocupados por ella, realmente parecía totalmente deprimida, la misma tarde de su consulta, tomó un balón y salió a practicar ella sola.
Cuando ella estaba caminando terminó tropezando y perdiendo su balón, el cual rodó hasta los pies de un chico que la miró preocupado.

—¿Estás bien?— preguntó el chico.

La chica se levantó sin decir nada, solamente limpió la suciedad que estaba en su ropa.

—¿Estás bien?

Ella solo pudo asentir con la cabeza, mientras notaba la altura del mayor, se sintió intimidada, sus nervios y miedo no la dejaba expresarse.

—¿No puedes hablar? Bueno... ¿te gusta el voleibol, cierto?

Solo volvió a asentir y fue entonces cuando el chico le entregó su balón.

—¿Te gustaría practicar?

—Sí— respondió muy bajo.

—Entonces sí puedes hablar, ¿qué posición juegas?

—Soy... Líbero.

—Oh, ya veo...

Durante la práctica, el mayor notó las grandes habilidades que tenía aquella joven; era buena recibiendo y salvando balones perdidos.

—Eres muy buena, dime, ¿en qué primaria estás?

—¿¡Eh!?— esa pregunta la hizo molestar. —Estoy en secundaria.

—¿Qué? ¡Pero pareces niña de primaria!

Ella ya no respondió eso, simplemente sintió su rostro volverse rojo y miró nuevamente al joven.

—¿Tú... en dónde estudias?

—Soy de la preparatoria Karasuno.

—¿Juegas en el equipo de voleibol?

—¡Claro! Si quieres, puedes ir a verme jugar mi próximo partido.

—Ah, sí. Claro.

—Bien, ya es tarde... deberías ir a casa ¿no crees?

—Muchas gracias, hasta luego.

Ambos jóvenes se despidieron y mientras ella iba de camino a casa, sólo pudo pensar "No le pregunté su nombre", siguió en sus pensamientos hasta llegar a casa.

—¡Haruko! ¿Estás bien?

—Sí, mamá.

—¿Cómo está tu vista?

—Estoy bien, no te preocupes, mamá.

—Bueno, toma una ducha y baja rápido a cenar— dijo con una pequeña sonrisa de alivio.

La chica hizo lo que su madre dijo y mientras cenaba, aún siguió pensando en todo lo sucedido ese día, aquel hombre, su diagnóstico y como su cuerpo se limitaba cada vez más.

—Mamá... quiero... ir al próximo partido de la preparatoria Karasuno.

—¿Eh? Bueno... está bien, todo sea por ti.

Durante el transcurso de la semana, Haruko tuvo un corte de cabello y fue a una cita con un oculista, su vista ya llevaba tiempo siendo un poco débil. Pronto llegó el partido del Karasuno, y ella por fin pudo saber el nombre de ese chico, Daichi Sawamura. Al terminar ese partido ella se acercó al equipo, buscando especialmente comunicarse con aquel joven tan especial.

—Perdón mi imprudencia, pero... Todos ustedes, ¡hicieron un buen trabajo!— Mencionó un poco avergonzada. —Señor Sawamura.... ¿puede firmar mi balón?

—Ah, ¡sí! Muchas gracias por el apoyo— respondió Sawamura alegre.

Daichi no reconoció a la chica, pero felizmente firmó aquel balón y los demás miembros del equipo agradecieron todo el apoyo.
Desde aquella vez, ella sólo tuvo un objetivo, ser su mayor admiradora y conseguir todos los autógrafos que pudiera conseguir. Así, ella miró todos y cada uno de de sus partidos, así hasta llegar a la misma preparatoria que él.
Pero, decidió no entrar al equipo de voleibol femenino, prefirió, algo más calmado para ella, probablemente su cuerpo no la ayudaría en nada para seguir jugando.

Girasoles : Daichi Sawamura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora