el amor

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Dragonstone y su mar resplandecían como cada día, Rhaenyra estaba sentada a unos cuantos metros de la orilla sobre una manta de dorados y múltiples puntillismos. Vio llegar entonces a su hija, oyó sus pasos y volteó la cabeza para regalarle la primer mirada del día e invitarla a sentarse junto a ella. Rhaena llevaba una especie de camisa similar a la manta que cuidaba sus vestimentas de la arena, ceñida en ninguna parte le daba la libertad a los vientos dentro del cuerpo, danzando bellamente la seda en la corriente de la costa. Su cabello castaño y con bucles como los de su lejano y verdadero padre, Harwin Strong, su peinado indefinido se direccionaba en relación a las fuerzas del viento.

Su personalidad se direccionaba en relación a las fuerzas de la negación, pensaba su madre, sintiéndose a veces culpable de elegir haberse casado con Daemon y romper la relación dulce que llevaba con su hija. Quizá el corazón de Rhaena, se había roto desde la muerte de Harwin Strong y desde allí negaba toda concepción de familia que Rhaenyra quisiera emprender con otro hombre. Esto era lo que pensaba la madre, mientras que Rhaena le afirmaba cada vez que su odio brotaba hacia Daemon como a ningún otro ser humano, porque tan solo quería el Trono que a su madre le pertenecía por derecho. Y era realmente egocéntrico.

Las negaciones de Rhaena parecían hallar un punto de aislamiento culmen cada vez que su madre quedaba en cinta. Hacía poco tiempo había nacido Aegon III y ya venía en camino Viserys II, Rhaenyra elegía no contarle a sus hijos hasta que la panza le delatara. Prefería tener el menor tiempo posible de amargura ante la furia de Rhaena.
Creyó que huiría en Rhaegon, su rojo y blanco dragón, hasta el palacio pero aun así decidió quedarse.
Rhaenyra se sorprendió por esto y porque allí, cuando apareció en la playa se sentó a su lado. Tantas peleas tenían a causa de Daemon que parecía mentira que estuvieran así en silencio disfrutando del mar en soledad. Aún así, Rhaena estaba creciendo demasiado, ya tenía 20 años y surgían en ella sentimientos propios de la adultez. Lo demostraba a cada discusión con Jacaerys.
Aquel era un momento de madre e hija ideal.

— Algún día todos moriremos y allí estará nuestro legado, ese es el mañana por el que se nos obliga tanto a parir. Pero, si pensamos en el día de hoy ¿Para qué nos sirve, puntualmente y no a toda la familia, sino a Jace y a mi tener hijos?— cuestionó la muchacha.

— Respondería por el amor pero me recuerdas tanto a mí de joven que sé, no te conformarás con esa respuesta, Rhaena. Si quieres darle una utiliidad podrías pensar que cuando Jace sea viejito y ya no pueda cuidarte, tendrás a tus tres hijos para que se encarguen de ti— le dijo su madre observándola con complicidad.

— Pero el abuelo Viserys está viejo y solo la reina Alicent lo cuida. Lo que importa entonces es el amor y no los hijos— respondió y ante el silencio de su madre, la miró a los ojos.

— ¿Realmente crees que es amor?— preguntó a punto de reír pero intentando mantener su compostura.

— Yo que sé ¿Cómo podría saberlo? Es la reina— se encogió de hombros haciendo énfasis en ese título político.

— Tú pasas mucho tiempo rezando junto a la reina. Entonces creí que sabrías todo acerca de ella. Debo confesarte que me da un poco de celos como tu madre que pases tanto tiempo junto a Alicent— insistió Rhaenyra.

— Ay, la reina no es tu competencia como madre, tampoco mi amiga. Es simplemente alguien que es amable conmigo y con quien me gusta compartir el tiempo cada vez que voy al Castillo— chasqueó la lengua contra el paladar intentando evadir la conversación.

— Ni me hables del Castillo. Incluso el mismísimo Castillo tiene más obras de arte pintadas por ti que Dragonstone que es tu hogar— se quejó Rhaenyra.

— Será porque la reina es una mujer que decide qué hacer en el Castillo que le pertenece en ausencias del Rey. Y ningún hombre decide sobre la decoración de su propio hogar como sucede aquí con Daemon que se burla de mis pinturas— respondió combativa como siempre que se mencionaba al príncipe canalla.

seven hearts | alicent hightowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora