"El Guardia del cementerio"

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La lluvia cesaba y por momentos volvía a caer inquebrantable sobre la noche Asuncena; ya eran como las 8 de la noche, ambos guardias continuaban dando sus respectivas rondas por el cementerio. Tierra mojada, y el aroma del concreto corrido por los años de los innumerables panteones, se mantenían fijos en el aire; alrededor de ambos hombres en caminata nocturna.

Francisco quedó atónito Ante todo lo comentado por Isidoro, ¿Podría tratarse de una coincidencia? ¿Podría ser posible que sea el mismo espectro? El que lo había atormentado tantos años de su infancia y adolescencia.

Al que ahora con más conocimiento sobre su inusual habilidad psíquica; Francisco buscaba enfrentar a través de sus recuerdos traumáticos enterrados en lo más profundo de su ser.

Su descolorida libreta le servía como escudo y la pluma era su espada. Francisco encontraba en la escritura un verdadero escape para su atribulado corazón. Desde que era un niño, encontraba la compañía perfecta para su soledad autoimpuesta a dicho arte.

En aquel preciso momento en el que encontraba, bajo el negro cielo lluvioso citadino: recordó una frase que le habia dicho un anciano karai; que alguna vez sirvió al sacerdocio en el pasado.

"Yo me fui nomás un día... renuncie y a nadie no le dije... solo de Dios me despedí che hijo. Y solo él sabe la verdadera razón". Francisco recordaba muy bien estás palabras dichas por aquel anciano. Pero la frase que más resonaba ahora en su cabeza era: "El miedo ha'e petei arma únicamente en tu contra... No tenés que tener miedo de los fantasmas y los muertos, de los vivos más bien tenés que tener miedo. Yo vi al diablo en la mirada incriminatoria de un cura, hacia una criatura inocente... un niño como cordero al matadero".

Poco se supo de aquel karai ex sacerdote después de que se haya ido a aventurar en el monte, hacia el famoso cerro león en busca de plata yvyguy; los espíritus guardianes del "tesoro escondido" maldecidos por su avaricia hasta después De la muerte. Con la excusa de que buscan al nuevo y digno dueño de aquel oro guardado de la guerra mas bien, y nunca lo hallan. Nunca regreso; hasta hoy en día nunca más se supo de aquel señor.

Lo que si se sabía era que habia renunciado al sacerdocio y a la fé. Después de que en la parroquia donde se encontraba sirviendo a la iglesia, se dieron múltiples casos de abuso sexual de menores; infantes. Y la diócesis mando encubrirlo a toda costa. Solo porque aquellas familias humildes de gente muy trabajadora, no les sobraba mucho tanto el dinero, como tampoco les alcanzaba el conocimiento competente para poder contratar siquiera a un abogado publico. Para poder defenderse.

"No puedo sentirme menos pecador y limpio... si tengo que rezar a lado del mismo demonio con sotana..." -Fue lo ultimo que voceo a grito- en la puerta de aquella parroquia en cuestión. Para después dar la espalda para siempre.

Francisco nunca más lo volvió a ver, ni en esta vida, ni como reflejo macabro de la siguiente.

Francisco trataba de ser uno mismo con su oscuridad interna. Trataba de no tener más miedo. Miedo de mirar a los ojos resecos y moribundos de la muerte.

Las palabras de aquel recordado karai lo alentaban.

Entonces se detuvieron delante de un sendero cortado por la mitad por una muy densa oscuridad; a pesar de que las luces de los postes a lado del sendero se encontraban funcionando perfectamente; esa noche.

Se trataba de una parte del cementerio de la recoleta, en la cual ya se desplazaba un poco más de la parroquia misma. Aun caminos de concreto, pero también ya había mucho terreno con tierra roja y barro como único suelo.

Se alzaban en ciertas partes también de aquella zona, mángales, con varios panteones y lápidas bajo el abrigo obscuro de sus ramas y hojas.

Ni el destello de los truenos traspasaban al denso follaje de los mángales.