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Francisco junto sus cosas y se apresuró a salir de la parroquia, hacia una linda mañana a pesar de los terrores nocturnos vividos, la luz del día nuevo siempre traía su calma. Francisco Sarabia, ya se había comunicado con uno de sus primos el cual vivía también en la capital desde hace algunos años.

Antes de su salida del asentamiento, su hogar de toda la vida, habían quedado en que Francisco se quedaría el tiempo que necesite para encontrar un lugar propio.

Ernesto se llamaba su primo hermano, vivía solo, vida de soltero en la ciudad; no habían muchas preocupaciones. Mas allá del día a día y su supervivencia.

Ernesto vivía en Sajonia, conocido barrio de Asunción, Francisco fue para el departamento de su primo. Antes de llegar a casa de este, se lavo un poco mejor el rostro y se cepillo los dientes en el sanitario de una estación de servicios cercana.

Ya se encontraba sintiéndose algo mejor, tenía mucha hambre, necesitaba un desayuno. Hacia frio, el clima otoñal coqueteaba con la gélida sensación térmica del invierno.

Llego a la puerta de Ernesto; vivía en una modesta casa de una sola planta. Era alquilado, Francisco enviaba el mensaje por el celular: "Estoy en la puerta primo... ya llegué..." -se guarda el teléfono celular en el bolsillo- y aguarda en la entrada de la residencia.

Casi medio minuto después sale Ernesto a su encuentro: "¡Mba'eiiii Panchito! ¡Tanto tiempo primo querido!" -lo saludaba alegremente al verlo Ernesto.

Abre el portón de rejas verde oscuro y ambos se abrazan: "Y... estoy casi seguro de que ví mejores días primo... ¿Y a vos como te va?" -responde Francisco-; Ernesto lo mira a la cara y ve sus ojos algo castigados.

"Pasa... pasa si que primo... vamos a ponernos mejor al día con una taza caliente de cocido acompañado de la mejor chipa de Asunción... Ya vas a ver cuando pruebes" -respondía con una jovialidad natural su primo Ernesto.

Ambos se sentaron a la mesa, Ernesto ya había preparado el desayuno, el olor cálido del cocido bien caliente mezclado con el aroma crocante de la chipa; tuvieron un efecto estimulante en Francisco como si había vuelto a la vida.

Murió anoche pero estaba devuelta de pie al día siguiente.

A cada bocado Francisco parecía volver a tomar color, ya estaba repuesto del todo. Y su primo Ernesto así también lo noto, entonces comenzaron a hablar: -¿Qué tal llegaste ayer primo? Seguro fue un largo viaje desde casa hasta acá... hace mucho que no voy... y decime otra cosa: ¿Qué tal tu nuevo trabajo? -Ernesto hizo una pequeña pausa y bebió de su taza- luego continuo: -Me es algo irónico que elijas un trabajo como ese, y teniendo una habilidad bastante sensible a sitios como un cementerio o ¿No? ¿Primo? ¿Ya viste algo interesante por ahí?

Francisco ya casi terminando su desayuno respondió: -Te soy sincero primo... Ví mucho mas de lo que esperé ver en toda mi vida y en una sola noche...

Ernesto paso de tener un aire jovial a tener uno algo más serio y sombrío: ambos jóvenes bajan casi al mismo tiempo sus respectivas tazas sobre la mesa.

Y Ernesto continúa: -¿Qué viste allí primo? ¿La recoleta esta mucho más maldita de lo que nos imaginamos?

-Mucho... muchísimo más, ¿Te acordás de aquella presencia de la que te había hablado antes? Bueno... el hijo de puta me siguió toda la vida hasta acá. O eso hace que parezca, en fin... Asunción está condenada, este monstruo no solo aterroriza la parroquia; si no también se esta cobrando muchas vidas.

Ernesto lo mira asombrado, sabe que Francisco su primo nunca jugaría con algo que tenga que ver con sus poderes sobrenaturales... "Entonces es real y ahora lo tenemos acá en la capital... Pero contame ¿Que exactamente paso?" -indaga aún más Ernesto bastante intrigado.

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⏰ Última actualización: May 23 ⏰

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