Día 1: Primer beso.

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Damián Desmond estaba paralizado. Frente a él estaba Anya Forger, la única chica que era capaz de poner su mundo de cabeza, y también la única que parecía no tener ni la menor idea de lo que causaba en él.

El chico de cabello azabache apretaba su puño con fuerza mientras mentalmente contaba hasta cien para buscar calmarse, por otro lado, su mano derecha sostenía temblorosamente el vaso que le habían dado tan pronto pisó la residencia Blackbell, y del que no había tomado un solo sorbo en lo absoluto.

Anya Forger, con su cabello perfectamente alisado y sus enormes y brillantes ojos verdes estaba sentada frente a él, e incluso con la poca iluminación de aquella habitación, a ojos de Damián lucía hermosa.

A diferencia de él, ella no parecía preocupada en lo absoluto y eso sólo ponía a Damián aun más ansioso. Becky Blackbell estaba celebrando su cumpleaños número 14 y después de que alguien sugiriera un juego para pasar la noche, Damián se había visto en un aprieto cuando la mismísima Becky Blackbell lo retó a besar a Anya.

Por supuesto, por mucho que Damián intentara reprimir sus sentimientos o que el resto no los notara, era bien sabido por todos lo que él sentía por la más pequeña. Se podía ver en la forma en que le observaba distraídamente desde el fondo de la clase, o como se sonrojaba cuando sus miradas se cruzaban. Todo mundo parecía conocer los sentimientos de Desmond hacia la hija Forger, todos menos, la mismísima Anya.

La pelirosa había intentado negarse a participar en el resto, pero Becky se lo había impedido con una sonrisa. Por otro lado, Damián se había sentido tan ansioso de sólo pensar en tener su primer beso con la chica que le gustaba en frente de todos, y que esta pudiera rechazarlo. Afortunadamente para él, fue su amigo Ewen quien sugirió que la pareja debía tener privacidad para darse aquel tan esperado beso. Blackbell intentó replicar, pero el resto de acompañantes creyó que era buena idea, y no tuvo más remedio que aceptar.

Y era entonces el por qué ambos estaban sentados en el borde de una cama en una habitación a oscuras. Anya miraba de manera distraía el reloj postrado en la pared de vez en cuando, probablemente esperando a que se cumpliera el lapso de minutos que les habían impuesto. En la cabeza de Damián mientras tanto, pasaban un sinfín de pensamientos caóticos.

—¿No deberías al menos estar molesta o algo? -su voz había salido en un tono jocoso, intentando disfrazar los nervios que realmente sentía. Le ponía aun más de nervios verla tan calmada, mientras él se retorcía de miedo por dentro.

Anya alejó su vista del reloj y la fijó en los ojos de él sin perturbarse en lo absoluto.

—¿Por qué debería? -ella inquirió encogiéndose de hombros, y eso hizo burbujear emociones contradictorias en el interior del mayor.

—Tenemos que besarnos -le recordó sin poder creer que hubiera podido olvidarlo — ¿O es que acaso crees que estamos aquí sólo porque sí?

—No tenemos porque hacerlo -ella replicó con una sonrisa ladina y Damián se coloró de la molestia que sentía en aquel momento —. Nadie tiene porque saberlo, sólo debemos fingir que nos besamos.

Damián se sentía tan frustrado. Añoraba tanto eso, pero Anya parecía recia siquiera a acercarse lo suficiente a él. Y eso también, hacia que su corazón se rompiera.

—¿Es que tanto te desagrado?

La pregunta había brotado como un susurro, y el tono lastimero en la voz de Damián llamó la atención de la joven, mirándole con profundidad, como si pudiese leer sus pensamientos y desenredar el lío que Desmond sentía en su corazón.

Ella lo pensó demasiado antes de responder.

—No me desagradas -había cierta duda en su voz—, es sólo que... ¿por qué importa tanto un beso?

Lo vio apretar los puños y morderse los labios mientras agachaba la cabeza. Incluso si ni una sola palabra salió de su mente, la telepata lo supo en seguida: a él, le gustaba ella. Anya se sonrojó esta vez.

Pensó que él desistiría, pero, su confesión en voz alta logró sorprenderla por completo. —Me gustas -él dijo en voz tan baja que al principio costó entenderlo, pronto pareció más seguro al hablar y elevó la mirada encontrándose con la de ella —. Me gustas y quiero que mi primer beso sea contigo.

Anya sintió que su estomago dio un vuelco y tuvo que reprimir un jadeo de sorpresa. Le miró a los ojos y permanecieron así por lo que pareció una eternidad. Entonces Anya se acercó lo suficiente a él como para que sus manos rozaran en la mullida cama. Damián se sorprendió, pero ninguno dijo palabra alguna, y pronto, ambos estaban lo suficientemente cerca como para sentir el aliento del contrario.

Anya no estaba segura del por qué hacía eso, pero el latido incesante de su corazón contra su pecho parecía entender la verdadera razón. El aliento de Damián era cálido y olía a menta. Ella entonces susurró:

—Nadie deberá saber de esto. Jamás.

Y el chico de cabellos negros que estaba tan ensimismado con la cercanía de su primer amor no pudo hacer mas que simplemente asentir. Y con un movimiento torpe y tonto ambos se acercaron hasta eliminar la distancia entre sus labios. Fue un beso un tanto desastroso, pero la electricidad que sus cuerpos experimentaron al besarse, nadie podría cambiarla.

Lo que sucedió esa noche entre los dos nadie lo sabría. Algunos podrían suponer que realmente se besaron, otros podían estar reacios a creerlo. Sólo ellos sabrían la verdad de lo mágico que fue ese primer beso para ambos y de la forma alocada en que sus corazones danzaron a un mismo ritmo.


[PALABRAS: 960]

23-04-24 

Ocho besos y un final. | Damianya one shots.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora