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Samuel

Había una vez un hombre llamado Samuel, que vivía en una pequeña aldea en las afueras de Jerusalén hace muchos siglos. Samuel era un hombre piadoso que dedicaba su vida al estudio de las Sagradas Escrituras y al servicio de su comunidad.

Sin embargo, Samuel guardaba un secreto que solo compartía con su esposa, Sara: por las noches, cuando todos dormían, se transformaba en un tierno bebé. A pesar de sus esfuerzos por ocultar su lado más vulnerable, Samuel se sentía incompleto, como si estuviera escondiendo una parte importante de sí mismo.

Un día, mientras Samuel leía las Escrituras en su hogar, se encontró con un pasaje que resonó profundamente en su corazón. Era la historia de Moisés, un hombre que había sido elegido por Dios para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. A medida que Samuel reflexionaba sobre la historia de Moisés, se dio cuenta de que también él estaba siendo llamado a liberarse de las cadenas que lo ataban y a aceptar su verdadera identidad.

Con renovado valor y determinación, Samuel decidió compartir su secreto con su comunidad y buscar la aceptación de aquellos que lo rodeaban. Con humildad y fe, se presentó ante ellos como el hombre que realmente era, un hombre de fe que también era un adulto bebé.

Para su sorpresa, en lugar de rechazarlo, la comunidad de Samuel lo recibió con amor y comprensión. Reconocieron su valentía al revelar su verdadero yo y lo aceptaron con los brazos abiertos. Juntos, Samuel y su comunidad encontraron una nueva conexión a través del amor y la aceptación mutua.

A medida que pasaban los días, Samuel continuó su vida como siempre, pero ahora lo hacía con una sensación renovada de libertad y autenticidad. Ya no tenía miedo de mostrar su lado más tierno y vulnerable, sabiendo que Dios lo había creado tal como era y lo amaba incondicionalmente.

Y así, Samuel vivió el resto de sus días en paz y armonía, sirviendo a su comunidad con humildad y devoción, sabiendo que había encontrado su lugar en el mundo y en el corazón de Dios.