cuando llega ese día.

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Llega un día en el que te cansas de los dolores de barriga y de los laxantes.

Un día en el que te cansas de las peleas por no querer comer esto y preferir lo otro.

Ese día en el que dejas contar calorías porque sabes que aquel atracón han sido demasiadas y mejor dejarlo para mañana.

Llega un día en el que tener hambre mientras lees un libro para distraerte desespera y prefieres tomar una pastilla para dormir un rato y no pensar en comida.

Y también preferirías que esa pastilla te durmiese para siempre.

Te cansas de los comentarios hacia tu cuerpo, de los que incluso hacen para alabar tu cuerpo.

Un cuerpo enfermo, un cuerpo que sufre.

Te cansas de no disfrutar cuando haces lo que más te gustaba en el mundo.

Te cansas de compararte con los demás pero tampoco podes evitar hacerlo y te da pena, porque aquello que alegraba tu día ahora lo empeora.

También llega un día en el que te cansas de intentar vomitar y no conseguirlo, te hartas de sacarte fotos todos los días y de pensarte en secreto.

De beber agua y prepárate tés e incluso te cansas de salir a correr.

Llega un día en el que te planteas dejarlo todo y tapar los espejos, tirar las pastillas y romper el peso.

Piensas en donar la ropa de deporte y tumbarse en el suelo como si no pudieses recuperar todas esas horas de cardio que te han hecho sufrir y pasar por fin un momento de tranquilidad.

Ese día llega, piensas muchas cosas, te das cuenta de lo que estás haciendo y pretendes parar y seguir con tu vida como lo haría cualquier otra persona.

Pretendes vivir como quien no se preocupa de más opiniones de los demás y cómo esa persona que no le tiene miedo al aceite de oliva.

Ni a los aguacates, ni al pan, ni al arroz...

Y es justo en ese momento cuando te das cuenta de que no puedes solo.

Que lo intentas, que día tras día te esfuerzas en callar esa vocecita que te mata por dentro, pero ves que no puedes.

Y es ahí cuando tomas la opción que te salva la vida.

Ver a un profesional.

Es cuando, después de buscar y probar con cientos de personas, encuentras a una que te transmite la misma confianza que te transmitía la enfermedad al principio.

Y ves que alguien te entiende, que no estás loco y que hay salida.

Ves que nunca has sido tú quien controlaba a la enfermedad, sino al revés.

Y también ves que te ha jodido la vida.

Entonces, empieza la recuperación y es ahí cuando dejas de sobrevivir.

Una vida sin salud mentalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora