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Capítulo 41. Club de aguas termales

La lluvia seguía cayendo y parecía tener impulso para continuar. Jin Wudu colocó la maleta en el maletero, miró el cielo brumoso desde el garaje, observó al anciano y al joven que sonreían felices a su alrededor, y suspiró levemente en su interior.

No sé cuánto tiempo podré vivir una vida tan aburrida, pensó.

Cerró el maletero y, al subir al coche, escuchó a Su Dongyang desde el asiento trasero:

—¿Pasamos por la farmacia?

—¿Qué pasa? —preguntaron Jin Wudu y Si Nian al unísono, girando desde el asiento delantero.

—Tengo miedo de marearme, así que quiero comprar un medicamento.

Jin asintió y condujo hacia la farmacia. Esperó a que el anciano bebiera el medicamento con un vaso de agua, luego le preguntó a Si Nian:

—Esposa, ¿te mareas?

Si Nian negó con la cabeza y señaló el asiento del copiloto.

—Déjame sentarme delante, probablemente sea mejor —dijo.

Jin Wudu asintió, pero Su Dongyang agitó las manos con prisa.

—No, no, puedo sentarme atrás. Beberé la medicina y me dormiré más tarde.

Su Dongyang leía a menudo cosas en línea, y recordaba haber visto discusiones sobre "guerras entre suegras y nueras" causadas por el asiento del copiloto. Muchas nueras publicaban quejas, acusando a sus suegras de "robarles" el asiento delantero cada vez que salían juntas, y los comentarios estaban llenos de críticas hacia las suegras. Esto incluso escalaba hasta cuestiones de moral y armonía familiar.

Al leer eso, Su Dongyang se sintió desconcertado. No podía entender cómo algo tan trivial podía generar disputas. ¿De verdad importa tanto quién se sienta delante?

Para él, el asiento delantero solo era un lugar más cómodo para quienes se mareaban o tenían más corpulencia, nada más. Sin embargo, aunque no lo comprendía del todo, decidió ser considerado y evitar "romper el precepto" cultural de los más jóvenes.

Su Dongyang golpeó suavemente la puerta del coche, negándose a ocupar el asiento delantero. Si Nian intentó insistir, pero dado que el anciano tenía más edad, no se atrevió a forzar demasiado la situación. Ambos quedaron en un punto muerto.

Jin Wudu, observando la escena, no pudo evitar sonreír. Extendió la mano, separó a los dos, ayudó al anciano a sentarse en el asiento del copiloto y dijo:

—No pasa nada por sentarse aquí, y si te mareas en el coche, es mejor que lo hagas delante. Conduciré más despacio, no te preocupes, solo son dos horas. No quiero que te desmayes a mitad del camino, sería problemático.

Después de acomodar al anciano, ajustó el asiento a un ángulo cómodo, lo cubrió con una manta y añadió:

—Es hora de dormir un poco, así no te marearás.

Su Dongyang, asombrado, solo pudo asentir, sin palabras.

Luego, Jin Wudu le dio una palmada cariñosa a Si Nian, indicándole que se sentara detrás de él. Al tocar su cabeza, le abrochó el cinturón de seguridad y, con ternura, le dijo:

—Anoche no descansaste bien. Si tienes sueño, duerme un rato. Si te aburres, come algunos bocadillos.

Mientras hablaba, le entregó el yogur que había comprado antes. Su mirada cálida y atenta fue reconfortante. Si Nian se acomodó con una pequeña almohada y una manta, asintiendo suavemente como una pequeña ardilla que guarda sus piñones.

El cabrón renacido convertido en un perro lealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora