Capítulo 2.

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— Buenos días, señor. Lamento molestarlo, pero necesito informarle sobre algo que sucedió durante la madrugada —expresó una voz masculina, cargada de tristeza.

El hombre fijó una mirada amenazante, haciendo que el corazón del otro latiera con fuerza. Con un gesto circular, indicó la urgencia de la situación, dejando claro que era mejor hablar rápidamente para evitar problemas.

— Mataron a Ito. —murmuró, bajando la cabeza y entrelazando las manos, esperando una respuesta.

El jefe, con una expresión de confusión en sus ojos, se levantó del lujoso sillón en el que había estado sentado momentos antes y se aproximó al hombre que le había informado de la situación. Su rostro serio indicaba que estaba preparado para tomar medidas.

— ¿Estás bromeando, verdad? —preguntó, visiblemente enfadado. El hombre negó con la cabeza— ¿Quién fue? Quiero saberlo ya.

El subordinado tragó saliva, sintiendo la presión de tener al alfa tan cerca. Su respiración se agitó mientras intentaba prepararse para hablar.

— Fueron los rusos, señor. No creo que haya sido nadie más; probablemente descubrieron a Ito. —concluyó, explicando la situación.

La vida de sus hombres era lo que menos le importaba; tampoco solía mantener contacto con ellos, ya que les desagradaba. Aunque él había dado la orden de hacer lo posible por infiltrarse, sabía que su vida era responsabilidad de nadie más que de ellos mismos. Su autoridad se basaba en su capacidad para tomar decisiones sin considerar demasiado las consecuencias para los demás.

Rió sarcásticamente, dejando que la amargura resonara en el aire mientras sus dedos recorrían su cabello con impaciencia. Con un giro brusco, su pie conectó con la mesa al lado del lujoso sillón de cuero, desencadenando un caos de vasos y botellas de alcohol que se estrellaron contra el suelo con estrépito. El líquido se esparció como un derrame oscuro, creando un desorden caótico de vidrios rotos y un aroma embriagador que llenaba la habitación.

La expresión de su rostro se distorsionó aún más mientras reflexionaba sobre la situación, dejando traslucir la furia que bullía en su interior. Un grito repentino hizo que el hombre que aún permanecía en la habitación diera un respingo de susto, sintiendo el peso de la ira de su jefe que parecía palpitar en el aire.

Se volvió hacia su empleado con una intensidad que cortaba como un cuchillo afilado, obligándolo a apartar la mirada rápidamente, consciente de la tormenta emocional que emanaba de su jefe y que amenazaba con envolverlo en su furia desatada.

Agarró bruscamente al hombre que estaba en la oficina con él y lo arrojó al suelo, sobre los restos de alcohol y vidrio, lastimándole la mano. Se aproximó con pasos pesados y comenzó a golpear al hombre, como si fuera una bolsa de basura.

— ¿¡Por qué mierda me lo dices ahora!? —gritaba mientras las patadas seguían.

Su subordinado no podía articular palabra debido a las dolorosas patadas que recibía sin cesar en la cabeza, el abdomen, los brazos, las piernas, y más. Solo podía intentar protegerse cubriendo su cabeza y encogiéndose en el suelo para evitar lesiones graves.

Cuando se percató de que el hombre bajo su violento asalto ya no mostraba signos de reacción, detuvo su ataque y se inclinó para comprobar si aún respiraba. No deseaba complicaciones tras haber acabado con uno de los suyos.

Observó al subordinado inerte, aparentemente estable pero inconsciente, y lo dejó tendido en el suelo mientras él mismo se sentaba en su sofá. Cruzó las piernas con gesto de desdén y encendió un cigarro, inhalando profundamente para calmar su evidente furia.

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