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Algunas malas actitudes percibidas y un gesto de despedida fallido

Hoseok se enfurruñó cuando su conversación pendiente con Taehyung se aplazó.

Y vamos, si tenía en cuenta todos los días en los que se destruyó la mente pensando sobre qué camino tomar o cuál puente cruzar, habían sido un total de doce días. Y para cuando se decide y acuerdan un día, ambos se ven aplastados por compromisos ajenos al otro.

El universo y el cosmos en general en serio lo detestaban.

Lo único positivo que le sucedió en esas dos semanas, es que el padre de Jimin se tornó más flexible con el chico y aceptó sus peticiones de dejarlo viajar a Incheon a verlo. Como no se mostró excepcionalmente molesto con sus idas a Busan para conversar con el rubio.

Él no era tonto y la mierda tradicionalista del hombre podía palparse incluso si se mostraba absurdamente cortés. No parecía caerle mal pero sin dudas no le agradaba tampoco. Sus ojos no expresaban simpatía cuando se colocaba frente a su rango visual, la última vez que vio a Taehyung y viajó con éste a Busan, lo notó.

Y percatándose que la misma mirada tenía para con el moreno, se daba una idea acertada del porqué.

Honestamente se compadecía del joven príncipe Busan, si su observación no había sido errada aquel martes. A él le gustaba Jungkook. Y el universo se compadeciera de él también y le hiciera las cosas más sencillas, porque teniendo en cuenta su diferencia de edad, el hecho de que uno no pertenecía a la realeza y que ambos eran chicos. El rey DangMi iba a traer el infierno sobre la tierra para con su único descendiente de llegar a suceder algo entre él y Jungkook.

Vamos, el chico ni siquiera se esforzaba en ocultar su interés por el alto con ojos de cachorro. Su mirada se mantenía anclada al hombre como si no hubiera nada más interesante a su alrededor. Aparte de su obvia inclinación por tutearlo y ser tuteado de regreso. Tenían química, era evidente y de alguna forma extraño. No la cuestionaba, simplemente le parecía curiosa. Se habían amoldado al otro casi sin esfuerzo, lo que pocas veces sucedía entre dos personas con esa facilidad casi mística.

Lo que le despertaba dudas. No había visto muchas interacciones entre el par, sólo unas ínfimas aquel martes. Tanto cuando el alto apareció por primera vez y saludó al adolescente, como su segunda aparición después de esa. Cuando cruzaron varias palabras antes de volver a desaparecer y ya no volver.

El chico le agradaba, era evidente. Su trato era ligero y cómodo, pero por sobre eso, era cómplice. Sus sonrisas se formaban con facilidad y no titubeaba demasiado a la hora de llamarlo por su nombre. Pero no estaba tan seguro de si Jimin le agradaba de la misma forma en la que a éste lo hacía.

Y no lo culpen, su química había relucido frente a sus ojos casi sin esfuerzo y él se había sentido curioso al respecto. Además, a su mente no le costaba dejarse llevar.

Era un defecto, estaba seguro.

—¿En qué tanto piensas?

Hoseok parpadeó y miró en dirección de su madre.

—En nada.

La castaña enarcó una ceja, claramente no creyendo en su escueta respuesta.

—Seguro, ¿qué le has comprado a MinHee?

Evitando resoplar, él pensó en todo lo que tuvo que considerar para elegir el regalo de su amiga.

Primeramente, no podía obsequiarle algo muy llamativo o que se observe como vulgar. En todos los sentidos posibles de la palabra. Tampoco podía regalarle algo "obsceno" o que pudiese apreciarse como ordinario y barato. Como aquellos regalos que se otorgaban con desinterés completo.

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