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Dormir no es complicado después de haber trabajado todo el día; el par de rostros que conocí me siguen los pensamientos y más el de Carlos. La forma extrañamente cuadrada en sus facciones y lo brillante en su mirada me hacían soñar con él, pero el sueño no tiene forma de nada, era algo sin sentido ni dirección. Solo él.

Amanece con mucho sol entrando desde mi ventana y un sonido de notificación me hace girar la cabeza a mi teléfono. Javier me había mandado mensaje justo cuando me despertaba.

Javier

En línea

Hola, Pedrito

Bueno quería pedirte de favor que si no me podrías acompañar a una fiesta

Es que nadie de mis amigos tiene tiempo

Y

No sé

Fuiste la primera persona que se me vino a la mente para que me acompañes

Puedes?

Me quedo pensando un momento, esto nunca me sucedía con nadie, y ahora Javier me había invitado a una fiesta. Apenas salía a divertirme yo solo y me iba algo mal. No tenía nada que hacer, trabajaría hasta el lunes siendo que cerraron el local de Carlos y Daniel. Me había mandado un mensaje con una carita triste al final, Carlos me avisó que cerrarían y el domingo no abrirían siquiera. Con miedo, aunque no había nada que perder, acepto su invitación y él responde

Javier

Bien! Nos vemos al rato, paso por ti a las 2

Tú: ¿A las dos? ¿Cuánto tiempo vamos a estar?

Javier: mmm no sé, pero si quieres te puedes retirar cuando tú quieras

Tú: ok, gracias

Javier: no es nada, gracias a ti por acompañarme :)

Son las ocho y media de la mañana, así que me da tiempo de hacer mis quehaceres y demás. Hago todo y recojo todo el desorden que también provoca mi hermano Ángel.

Para la una y media estoy listo con una vestimenta que combina el azul y el blanco, ni tan casual ni tan elegante, esperando el momento para salir a donde sea que me quiera llevar Javier. Mi tía no sé apareció toda la mañana y llega justo en ese instante al bajar a la sala donde esperaría.

—¿Y tú? ¿A dónde vas o qué?

—Voy a salir con un amigo, Javier, el del mariachi — ella piensa por un segundo haciendo un sonido extraño.

—¡Ah, el chaparrito!

—Si, Javier.

—¿Y qué? ¿Él también es como tú?

Sus comentarios no eran lo más amigables hacia las personas diferentes, personas como yo. Era algo que odiaba de ella, pero no podía decir nada. Era la única tía que me da renta aquí en la ciudad, la única tía que conocía realmente. Como no tiene hijos, a Angel lo quiere como a uno y a mí me trata como un perro casi.

No respondo y dejo pasar la pregunta incómoda, ella se va y espero en la sala. Un toque en el timbre me levanta del sillón donde me senté y vuelo a abrir la puerta de la casa. Un Javier con un traje más elegante que casual se aparece frente de mi puerta; su cabello bien peinado como de costumbre ahora tiene un brillo como de gel o algo parecido.

—Hola, Pedro —saluda nervioso y agitando ligeramente sus manos, como si estuviera nervioso aunque no había razón para estarlo. Solo soy yo.

—Hola —respondo y al reflexionar el cómo estaba vestido me hacía pensar que probablemente necesitaba ropa más formal —no sabía cómo vestirme y la verdad es que...

Quisiera saberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora