“Amarse a uno mismo es el
comienzo de una aventura
que dura toda la vida.”
(Oscar Wilde)El cielo nublado, los vientos fuertes, la señal por los suelos, una taza de café y el sonido del agua cayendo me relajaban tanto que me hacía avanzar en mi historia, en esos fragmentos que a Gina le encantaba leer. Ese mes de septiembre fue largo; la lluvia se presentaba cada momento y no había donde ir para descansar debajo de un árbol. Para Gina, la lluvia significaba un llanto; de ahí la frase: “la lluvia es el llanto de aquel cuya alma fue inmolada por amor a nosotros”. ¿Es relajante, no? Estar escuchando el sonido de la lluvia y poder pensar en lo que te gusta, sentir paz. Aunque ese día no era para quedarse en casa, era un día para ir a la universidad. Tocaba seguir yendo a la universidad, hacer parciales tan difíciles. Cuando llegué a la universidad, Gina estaba con una falda larga de seda que le quedaba bien, unas sandalias negras con tacón que le quedaban bien; su atuendo era fabuloso, quedé sorprendido.
—Debo admitir que te luce mucho eso.
—Es uno de mis mejores atuendos.
Se miraba espectacular, llegué a pensar, ¿cómo alguien dejaría a Gina? No pude entenderlo; solo tuve que fingir y poder salir adelante haciendo caso omiso. Eso me llevó a que Gina se molestará conmigo. ¡Mujeres, quién las puede comprender! Si los hombres supiéramos comprenderlas, serían los seres más fascinantes del universo.
Al salir de la universidad fuimos a tomar un café, en el mismo lugar donde nos vimos por primera vez. Ese aroma y sabor era tan bueno del café Juan Valdez era un auténtico manjar. Los trozos de marshmallow que cada café contenía le daban un sabor único, un sabor único para ambos. Pude ver su sonrisa, cómo estaba superando cada etapa de su vida, cómo me decía que se sentía mejor.
—Ella es mi hermana, se llama Dinora.
Me presentó a una mujer alta, morena y alegre; la única en la que tenía confianza Gina. Era su hermana menor de 30 años que estaba embarazada. Toqué su panza y sentí las pataditas que daba; dijo que si era niño le pondría Lucas Santiago y si era niña Ashley Azucena, me parecieron nombres bonitos.
— ¿Y cuando tengas tus hijos cómo les pondrás? —Me preguntó su hermana.
No había pensado en eso aún, y al pensarlo descubrí algo.
—Si llegase a tener una niña, le pondría Noelle; y si fuese niño, entonces lo llamaría Nozel.
Sus caras me lo dijeron todo, no les gusto los nombres que había pensado.
—Pero solo un nombre, ¿no deben ser dos? —Gina frunció el ceño y me miró fijamente a los ojos.
—El otro nombre no me corresponde a mí elegirlo, sino a la persona con la que tendré mis hijos.
—Buena respuesta —comentó su hermana—. Solo que no se te vaya a ocurrir poner nombres feos como los que nuestros padres nos pusieron a nosotras.
Gina se puso a reír a carcajadas, no entendía el porqué. Su hermana se llamaba Dinora Elizabeth y Gina se llamaba Georgina Felipa. Entendí por qué Gina no le gustaba que la llamaran por su nombre.
— ¿Y tú? ¿Cuál es tu nombre completo? —Preguntó Dinora riendo.
—Alan Daniel —respondí.
Ese momento en el café fue único; pude compartir con Gina y su hermana que no retenía palabra para poner ambiente. Esas historias alocadas de Don José eran graciosas; la vez que Gina se reventó la cabeza con una piedra al caerse de su bicicleta. A pesar de eso, se reían de la tragedia por la manera en la que Gina se cayó. Fui feliz y no me di cuenta.
Cuando salimos del café, su hermana se fue con su novio Manuel, y Gina y yo nos fuimos al centro de San Salvador a ver cómo avanzaba la construcción de la biblioteca nacional BINAES. Gina esperaba ansiosa para ir a visitar la biblioteca y poder leer cuanto ella quisiera. De pronto nos tomó la lluvia por sorpresa y nos majamos todo; las risas nos invadieron y caímos en un charco de agua llovida. Fue un momento que aún recuerdo como si hubiese sido ayer; como si me transportara a las pocas risas cuando era niño. Caminar bajo la lluvia no estaba en nuestros planes, pero se volvió en su día favorito.
—Tengo que retirarme ya, ya es hora que me vaya.
—Si te sientes mal, no dudes en escribirme, Gina.
Gina me abrazó y se despidió de mí; sentía vergüenza de ir mojada a su casa. Al llegar a mi casa revisé mi celular y escuché cada audio que Gina me mandó. Su voz parecía diferente, aquella voz triste pasó a ser una voz aniñada alegre. Eso me alegro demasiado.
—Nos vemos el viernes a la misma hora de siempre.
Ahora si ya tenía programada otra salida. Era martes aún, así que iba a tocar esperar mientras hablábamos por las noches acerca de cosas sin sentido, nuestras voces cantando, contando chistes malos, y sobre todo, dándonos apoyo para salir bien en la universidad. Gina llevaba Materno Infantil y yo Medicina. Y se enojaba conmigo cuando en vez de estar estudiando le decía que no estaba haciendo nada. Así son las cosas muchas veces, desaprovechamos el tiempo sin hacer nada productivo.
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No te vayas
Novela JuvenilAlan es un joven universitario que conoce a Gina en un café; se ve envuelto en los sentimientos de Gina y su soledad por lo que procura ayudarle con lo que puede. Así nace la amistad entre Alan y Gina que llega a evocar a sentimientos más profundos...