capítulo uno

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Candela

―Cande, vos tenés que entender que todo lo que hacemos es por tu bien.―Habla mi papá, repitiendo la frase de siempre, con las mismas palabras exactas.

Estábamos en el auto yendo desde el aeropuerto de Bariloche hasta el hotel. Siento que pasaron treinta horas desde que el avión aterrizó, pero puede ser que ya no soporto a mi familia, que mi rutina de sueño se afectó por el horario del vuelo, o ambas. Aunque la primera opción me parece la más correcta, dado que nunca pasé tanto tiempo seguido con mi familia completa, siempre eramos mi hermana y yo solas, ya sea en mi casa o donde sea y, en todo caso, se sumaba alguno de mis papás, pero solo uno de ellos. La combinación de mis papás juntos en un mismo espacio me estaba volviendo loca, los puedo querer, pero son personas que logran alterarme al toque con sus comentarios y sermones o con sus actitudes (muchas veces inmaduras), ni hablar de las peleas que tienen entre ellos y que, de alguna manera, nos terminan involucrando a mí o a Flor.

―Ya se, pa.―Contesto, tratando de focalizarme en el paisaje que veía desde mi ventana.

Por más de que este viaje no era una elección mía, no puedo negar que Bariloche es hermoso. Tiene un aire tan distinto al de la ciudad, tiene algo que me tranquiliza, como si fuera a estar todo bien. La imagen del lago azulado con las montañas, todavía con las puntas nevadas, de fondo y los árboles altos y frondosos es digna de retratar. No tardo en sacar una foto y subirla a mi historia.

Miro los mensajes que tenía por leer, algunos son de mi grupo de amigas preguntando si había llegado y como estaba todo, uno era de mi abuela, también con las mismas preguntas, y el último era de Mateo, mi novio? Bueno, teóricamente no es mi novio, pero es el chico con el que mis papás me quieren emparejar a toda costa. Es el hijo único de una familia muy rica, y cuando digo muy rica, no exagero. Lo conozco desde los cinco, y yo siempre lo vi como un buen amigo, hasta que la adolescencia llegó y mis papás empezaron a actuar un poco raros con respecto a Mate; venía todos los fines de semana a casa, lo invitamos a la vacaciones familiares, su familia venía en Navidad y Año Nuevo y, cuando me quise dar cuenta, ya era un Moretti más. Nunca pude explicarle a mi familia que justo él no es mi tipo. Tuve suerte de que no haya venido a esta reunión, no me lo hubiera podido sacar de encima en las tres semanas que esto va a durar.

Mateo
hola cande, cómo andas??

Cande
todo bien

Mateo
que bueno
ahora no te puedo hablar, pero te llamo a la noche dale?

Cande
voy viendo q onda

Eso fue toda nuestra charla. Hace unos años yo le hubiese contado con lujo de detalle como fue el vuelo, la forma en la que actuaron mis papás y sobre todo como me estaba sintiendo, pero ya no eramos los mismos de antes, esa confianza se había perdido, al menos desde mi lado. En el momento en el que nuestra amistad se transformó en una relación incómoda y rara, todo dejó de tener sentido para mí. Cada conversación que tenemos se basa en Mateo sacándome temas para hablar y yo respondiendo lo más cortante que mi vocabulario me lo permita. No es un mal chico, pero ya no lo soporto.

De un momento al otro, dejamos de ver el lago y nos adentramos a un terreno. Desde el camino se puede observar el gran edificio que hay en el fondo, estamos llegando al hotel. No me sorprendo por su tamaño, estoy acostumbrada a la vida lujosa que llevo, aunque esté en bastante desacuerdo con muchas cosas que esta conlleva.

Espero a que mi papá diga que nos podemos bajar, y así lo hago. Mis pies chocan con el suelo de asfalto negro perfectamente colocado. Aguardo al lado del auto, viendo como tres personas se encargan de entrar al lugar todas nuestras pertenencias, no puedo evitar sentir la necesidad de ayudarlos, pero solo me traería una pelea con mis padrea, y estoy cansada para discutir.

Me adentro al hotel por la enorme puerta de madera oscura con detalles en dorado. El color blanco y las luces de tonos fríos me encandilan los ojos y me cuesta adaptarme luego de haber pasado horas dentro de la camioneta polarizada. Cuando mi vista se acostumbra, admiro la belleza delicada del espacio, los muebles, la elegante vestimenta de todos, la música clásica que se escucha por los parlantes, el techo alto con detalles que parecen formar una enredadera que baja por las paredes hasta fundirse con los bordes del suelo.

―Buenos días y bienvenida. ¿En qué te puedo ayudar?―Me atiende una chica rubia al toque que me acerco al mostrador.

―Hola, vengo con la familia Moretti, quería saber cuál era el número de la habitación.

―Sí, esperame un segundo.―Teclea en la computadora.―A ustedes se les asignó el Ala Este, ya que vienen para la reunión. Tienen la habitación 131.

Le agradezco y me dirijo al cuarto usando el mapa que me dio, no jodía con que era grande. Venía distraída tratando de ver para donde ir, y terminé chocándome con alguien.

―Perdón, no estaba viendo por donde iba.―Digo, tomando a la chica por los hombros, casi se va a la mierda.

―No, ni te preocupes.―Me contesta y me mira directo a los ojos. Fua, que pedazo de ojazos que tiene. Un verde bien intenso. Me sonríe y sigue con su camino.

Niego con la cabeza y continuo caminando, aunque siento que me está mirando y, cuando me doy vuelta, efectivamente lo estaba haciendo.












nota de autora 💌

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nota de autora 💌

Holaaaa!! Hoy escribí un montón, no se que me pasó. Nada, espero que les guste mucho, porque es una historia re linda.

Gracias por leer, si les gusta voten y comenten, digamos no a los lectores fantasmas!!

xoxo, val 💗

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⏰ Última actualización: Sep 02 ⏰

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