cap 2 Huellas en la Nieve

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Al amanecer, los primeros rayos de sol se filtraron a través de las grietas en las paredes del refugio, despertando a Frank. Con cuidado de no molestar al niño lobo, se levantó y se estiró, sintiendo la fatiga acumulada en sus músculos tras la larga noche anterior.

El niño lobo seguía dormido, pero Frank sabía que no tardaría en despertar. Se acercó a él y lo observó con detenimiento, notando cómo su respiración era más tranquila y regular. Las heridas que cubrían su cuerpo parecían haber sanado casi de manera milagrosa durante la noche. A pesar de su asombro, Frank decidió preparar el desayuno. Encendió la chimenea y puso a hervir nieve para hacer un poco de té.

Poco después, el niño lobo abrió los ojos y Frank le dio los buenos días.

-¿Cómo te sientes hoy? -preguntó Frank con tono suave, intentando transmitir seguridad.

-Estoy mejor -respondió el niño lobo con una débil sonrisa.

-Vamos a desayunar té con pan -dijo Frank con ánimo.

-¿Té con pan? -repitió el niño lobo, confundido.

-Sí, así es. ¿No te gusta el té con pan? -preguntó Frank, un poco sorprendido.

-No, no es eso -respondió el niño lobo-, solo que siento que es poco para un desayuno.

-Es todo lo que puedo ofrecerte por ahora -afirmó Frank con serenidad.

-Está bien -aceptó el niño lobo.

Desayunaron en silencio mientras Frank observaba que las heridas del niño lobo habían sanado casi por completo. Heridas que deberían tardar días en cicatrizar estaban prácticamente desapareciendo, lo que lo llevó a preguntar con cierto asombro.

-Tus heridas no eran tan graves, pero es extraño que hayan sanado tan rápido, ¿no lo crees?

-No lo sé, pero aún me duele la cabeza -dijo el niño lobo.

-Está bien. ¿Quieres más té? -preguntó Frank.

-¿Podemos salir a jugar afuera? -preguntó el niño lobo con entusiasmo, ignorando la pregunta de Frank.

-Pareces tener mucha energía. Bueno, ¿por qué no? -respondió Frank con una leve sonrisa, extendiendo la mano para ayudar al niño lobo a levantarse.

Juntos, salieron del refugio y se adentraron en las calles desiertas y cubiertas de nieve. El sol de la mañana iluminaba débilmente el paisaje nevado, creando sombras largas y espectrales entre los escombros. Comenzaron a jugar, lanzándose bolas de nieve y construyendo un muñeco. Pasaron la mañana así, hasta que el sol comenzó a declinar.

Al pasar por una de las casas en ruinas, algo llamó la atención del niño lobo: unos pequeños sonidos provenientes del interior de la casa, aparentemente de un viejo sofá cubierto de telarañas y polvo.

Con cautela, ambos niños se acercaron y levantaron los cojines, revelando un nido de ratones.

-¡Mira, ratones! -exclamó el niño lobo, emocionado, mientras estos escapaban del peligro ajeno a este.

-Vaya, encontraste uno de los muchos nidos de estos pequeños -dijo Frank-. Qué pena que hayan huido.

-Perdón, fue mi culpa que abandonaran su nido... -dijo el niño lobo con tristeza.

-No fue tu culpa. Además, ellos tienen otros escondrijos por la ciudad -respondió Frank, intentando consolarlo-. No te preocupes, estarán bien.

-Sí, tienes razón... ya vámonos -dijo el niño lobo, apenado.

De regreso en el refugio, Frank se dispuso a preparar un caldo, procurando dejar algo en la olla para sus padres, ya que pensaba que podrían llegar pronto y tendrían hambre tras el largo viaje. De repente, el niño lobo hizo una pregunta inesperada.

-¿Qué pasó en esta ciudad? -preguntó el niño lobo, su curiosidad despertada por el entorno en ruinas que los rodeaba.

Frank suspiró y adoptó un tono serio.

-Hace seis años comenzó la guerra -empezó Frank-. Yo tenía seis años entonces. Escuchamos en las noticias que los hombres bestia estaban tomando territorios humanos por la fuerza, y las fuerzas armadas respondieron. Pronto, todo el mundo estaba en guerra. Esta ciudad fue una de las muchas afectadas... aunque no completamente, porque en la capital hay un gran mercado organizado por el ejército para ayudar a los supervivientes, aunque es un caos. Afortunadamente, estamos a una distancia prudente de los problemas.

El niño lobo frunció el ceño, intentando entender.

-¿Nosotros somos los malos? -preguntó con timidez.

Frank negó con la cabeza.

-No creo que sean malos -respondió Frank, acariciando la cabeza del niño lobo con una sonrisa-. En mi vecindario teníamos vecinos bestia que eran tan amables y pacíficos como nosotros. Incluso tenía una amiga coneja llamada Ofelia. Pero un día, el ejército se los llevó a todos, hombres, mujeres, ancianos y niños. Después de eso, todos nos preguntamos por qué tanto odio y violencia. Sus casas quedaron vacías...

El niño lobo escuchó en silencio.

-¿Por qué se los llevaron? ¿Qué pasó con tu amiga? -preguntó finalmente, preocupado.

-No lo sé... Supongo que ya no está con vida -respondió Frank con tristeza-. Y no quiero que te pase lo mismo.

El niño lobo abrazó a Frank débilmente, aceptando su protección.

-Es hora de volver. El sol se está ocultando. ¿Qué quieres para cenar? -preguntó Frank.

-Algo con carne, por favor... -respondió el niño lobo, tímidamente.

-Entonces, será estofado spezzatino.

-Spezza... ¿qué? -preguntó el niño lobo, confundido.

-Ya lo verás -dijo Frank con una sonrisa.

De regreso en el refugio, Frank encendió la chimenea y empezó a cocinar, utilizando las verduras que se estaban echando a perder y un poco de carne de res. Añadió hierbas aromáticas al estofado, que pronto estuvo listo.

-Huele bien, ¿verdad? -preguntó Frank con entusiasmo.

-Sí, huele muy bien. Ya tengo más hambre -respondió el niño lobo.

-Vamos a comer.

Frank sirvió el estofado en unos envases de plástico, y ambos comieron en silencio mientras el atardecer teñía el refugio de un tono rojizo.

De repente, una sensación de tristeza inexplicable se apoderó del niño lobo. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos sin ninguna razón aparente.

-¿Pasa algo? -preguntó Frank, preocupado.

-No lo sé... es extraño... -dijo el niño lobo, comenzando a llorar. Frank lo abrazó con firmeza, compartiendo su dolor en silencio, hasta que él también comenzó a llorar, angustiado por el regreso de sus padres.

-Está bien, pequeño. Todo está bien. Ya no llores... El sol ya se durmió, es hora de dormir también -dijo Frank con tristeza.

Juntos, se quedaron dormidos en el suelo del refugio, abrazados mientras la oscuridad de la noche los envolvía en un manto de soledad.

En sus sueños, la guerra seguía rugiendo, sus ecos retumbando en las sombras. Frank pensó en sus padres, temiendo lo peor, y el niño lobo, aún llorando en sus brazos. La cruel realidad de su situación se hacía cada vez más evidente, aplastando cualquier rastro de esperanza que intentara brotar en sus corazones.

spezzatino: "spezzatino" es un estofado italiano clásico que se prepara con carne de res, cerdo o pollo, cocida a fuego lento con verduras como cebollas, zanahorias y tomates, a menudo acompañado de hierbas aromáticas como romero y tomillo.

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