Gemini sabe que el niño nuevo es muy inteligente, pero luce tan pequeño a comparación de los demás y siente la necesidad de cuidarlo: es por esto que le lanza bolitas de papel para llamar su atención.
Es la única manera que conoce para socializar.
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La casa de Fourth no se parecía en nada a la suya, grande y espaciosa. Al contrario; una acogedora cabaña de madera los cubría de la fina llovizna que el servicio meteorológico había olvidado anunciar.
—Puedes usar mi cama y mis peluches... y bueno, todo lo que veas en realidad—ofreció mientras abría la puerta de su habitación. El mayor sonrió, todo estaba en su respectivo orden y con olor a limpio—. ¿Quieres que prepare jugo de naranja exprimido, o traigo yogurt con cereales?
Norawit no tenía su libreta en ese momento, por lo que le enseñó dos dedos de su mano.
—¿La opción dos?
Gemini asintió con una sonrisa, y Fourth lo abandonó para ir en busca de las cosas.
Gemini observó la pequeña y acogedora habitación con detenimiento, sentándose en la cama con un oso gigante al lado. Nattawit tenía variedad de peluches, pequeños y grandes, ordenados en diferentes partes de la habitación. Lo que más llamó su atención fue una PlayStation y los controles de la misma: desde siempre había querido una pero sus padres no podían comprarsela.
Fourth regresó de la cocina con una bandeja donde el mayor vio un tazón rebosante de cereales, dos vasos en espera por ser usados y una botella azul con el líquido tan preciado: yogurt. Y de frutilla por que a Fourth le encantaba.
—Gem, ¿Algún día podré oírte hablar?—preguntó curioso mientras ponía cereal al vaso de su amigo.
Gemini lo pensó varios minutos, entretanto buscó su libreta y lapiz; y su madre le estuviera mirando lo habría regañado. Debía dar una respuesta firme y rápida a preguntas tan simples como esas.
Pero era Fourth.
«Mi voz siempre ha sido fea, no creo que quisieras oírla. ¿Sabes? Yo no la escucho desde que tenía seis años»
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