Conocer a Adam

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Conocer a Adam.

No quiero cansarlos con las presentaciones, siento que son hastiosas, o tampoco quiero llenar toda una hoja diciéndoles lo espectacular que es Adam, aunque si me pusiera hacerlo, ocuparía más tiempo que espacio. La verdad es que si digo el nombre de Adam, diría más que una descripción física, porque aunque yo me maravillaba viendo el color de su piel blanca un poco morena por el sol cada vez que se paraba a fumar en la ventana, Adam era más que unos ojos realmente marrones como zambullirse en chocolate espeso, o que besar sus labios rosa pálidos era como perderse entre las mejores líneas de un libro.

Pero Adam era más que eso. ¿Cómo me enamore de Adam? Esa es una pregunta que yo también me hice alguna vez, no les diré, que fue el primer día que lo vi, porque de hecho, cuando yo conocí a Adam no creí que él se convertiría en el amor de mi vida.

Fue aquella mañana, yo bese a mi madre en su mejilla y tome las llaves del auto, hoy tendría que pasar por la cafetería donde trabajaba antes de ir a la universidad. El clima de Londres tendía a ser frio y abrumador, pero por alguna razón, yo amaba el clima de Londres, muchas personas se asteaban de ello, pero no me importaba. El tintineo de la campana al entrar al establecimiento hizo su sonido matutino, yo sonreí hacia Carl en el mostrador y este me señalo la bolsa a su lado, él siempre tenía listos mis cafés mañaneros.

—Emma —saludo la esposa de Carl, yo le sonreí y me acerque hasta ella.

—Señora Honers, buenos días —ella me entrego la bolsa con mi café y las empanadas que siempre comía.

Trabajar en la cafetería de Carl tenía esta ventaja, que por mucha clientela que había en la mañana, ellos me daban mi café y mis empanadas. Por suerte, esta mañana no estaba tan saturado de gente, lo que significado que las personas ya estaban en sus trabajos o en los colegios.

—llegaste tarde hoy, ¿no tienes que ir a la facultad?

—Tengo clases como en una hora —le respondí mirando mi reloj, tenía bastante tiempo, así que podía ayudarles un poco.

Pero cuando fui a coger mi delantal, la señora Honers se negó de inmediato diciendo que aún no eran mis horas de trabajo. Bebí de mi café cuando una gruesa voz lleno mis oídos.

Decir que era fanática de la música era poco, yo estudiaba bellas artes, quería ser escultora, pero también amaba la música clásica, Chopin, Mozart y Beethoven. Escuchar esa voz, para mí fue como asistir al concierto de Olga Jegunova interpretando la sonata once en A mayor de Mozart. Y no sé si quedaría claro, pero era tan magnifico, por alguna extraña razón, esa voz tenía el poder de erizar mi piel y el de calentar mis orejas. Justamente, cuando toque con mis manos esta zona, sentí lo cálida que estaba sabiendo que el clima tan frio no lo permitiría.

—Adam, muchacho —dijo Carl, yo seguía de espaldas, pero en estos momentos, podía sentir lo roja que estaba y solo era una voz.

¿Cómo una voz podía causarte esto?

Yo era una persona que no se interesaba mucho por los hombres, y cuando lo hacía, ellos nunca causaban tal cosa en mí. Pero esto, esto era diferente a cada cosa que yo había sentido alguna vez.

—Tío Carl —escuche de nuevo su voz, podía sentir como mi cara se calentaba de nuevo y los dedos de mis pies retorcerse —es un gusto volverlo a ver.

—hijo, no creí que llegaras tan temprano, te hubiera ido a recoger al aeropuerto.

Tome un poco de café, ¿Cómo si así pudiera enfriarme un poco? Pero tenía que intentar canalizar toda esta energía que de repente atacaba cada poro de mi piel, yo quería voltear a ver el chico, quería mirar, pero por alguna extraña razón, yo no podía evitar no hacerlo. Tenía esta sensación extraña en mi piel y en mi vientre.

ADAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora