Perder a Adam

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Perder a Adam.

Recuerdan cuando les di mi larga explicación de que enamorarse no era lo mismo que amar, pues espero que así sea.

Porque al principio, yo lo sabía, estaba tan enamorada de Adam y él parecía estarlo de mí, el cambio entre los dos fue notorio después de aquella noche, era increíble llegar cada tarde a la cafetería y ver Adam sonreírme, cuando me daba un simple beso como saludo o me decía todo el día lo hermosa que era, cuando aprovechaba momentos en la cocina para besarme o cuando pasaba sus manos entre mi cintura para susurrarme al oído cosas en su idioma.

No era precisamente los insultos que acostumbraba.

La noche en que Adam y yo estuvimos juntos, él se quedó dormido primero que yo, mientras que yo me quedaba viendo las respiraciones acompasadas de Adam y su cara de niño. Solo quería levantarme al otro día y esperar que este no fuera solo un sueño inventado por mi cabeza.

Por suerte, no fue así.

Una luz blanca comenzaba abrirse paso entre mis pestañas y sentía un dedo tocando mi espalda, quería dejar los ojos cerrados, pensaba que aún estaba en un sueño y temía que al abrirlos, todo aquello desapareciera.

Quería seguir escuchando sus respiraciones y sentir su dedo en mi piel, quería que la imagen borrosa que veía entre mis pestañas no despareciera.

—Despierta ya, mi bella durmiente —dijo poniendo sus labios en los míos, aquello me hizo darme cuenta, que aquello no era un sueño.

Abrí mis ojos y sonreí de inmediato al verlo a mi lado, al verlo tan cariñoso y como si fuera un niño feliz.

—Me acostumbraría a esto —volvió a besarme —verte despertar con una sonrisa, eso vale más que todo el dinero de este mundo.

Yo no pude evitar sonreír mas, esta fase nunca la conocí, pero solo hacia enamorarme más de él, aunque no olvidaba algo. Aun no sabía por qué había actuado así conmigo, qué había visto en mí que lo hizo tratarme de esa manera.

Y tenía miedo de decírselo, no quería que nada de esto se rompiera solo por curiosidad, así que eso hice. Nunca le pregunte Adam por qué era así.

Todo allí pasó tan rápido, Adam iba en ocasiones por mí a la universidad, a veces yo lo acompañaba a su instituto, donde hacia su especialización. Carl y su esposa pronto volvieron al negocio con una gran barriga incluida, la felicidad de la esposa de Carl al saber de nuestra relación fue notoria.

Y pasaba el tiempo, no quiero llenar tampoco estas líneas hablando de los momentos que viví con Adam, porque fueron muchos en muy poco tiempo. Nos convertimos en una pareja que tenía que vivir entre su tiempo, lo que significaba que era muy poco, como Carl podía trabajar ahora, Adam iba menos al negocio, su curso estaba llegando a la etapa más dura y el mío estaba llegando a su fin.

Por lo que ver a Adam era más difícil cada vez, pero aprovechábamos los momentos que nos quedaban como si fueran el tesoro de un duende. Salíamos a caminar por el frio clima de Londres, íbamos al cine y en ocasiones simplemente nos quedábamos en su casa solos.

Adam había conocido a mis padres, yo me estaba enamorando cada vez de Adam y sentía que él me miraba de una forma que me hacía sentir especial. Pero hubo dos momentos en específico, uno donde me hicieron darme cuenta de que yo ya no estaba enamorada de Adam.

Yo amaba a Adam.

Los dos momentos se encierran en un mismo día, habían pasado casi un año junto Adam, nuestra relación era más fuerte y era imposible decirles que nunca tuvimos nuestras represarías, era obvio que más peleas entre los dos conociendo nuestros genios tan diferentes.

ADAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora