Leía mi alma.
Sabía lo que me movía y cuáles eran mis deseos más luminosos.
Conocía mis sueños, mis tormentos y mis miedos. Y no había sido una tonta al pensar que no se daría cuenta de cuáles eran.
No podía esconderme.
No de él.
Su mirada era la condena con la que jámas dejaría de soñar.
Y su voz, una herida que llevaría dentro para siempre.
Pero su perfume era música.
Y en sus ojos me sentía a salvo.
Era suya.
De un modo extraño, loco, doloroso y complicado.
Pero era suya.
-Nica (Pág 451)
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Frases de El Fabricante de Lágrimas
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