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Hubiera querido amarla.

Vivirla.

Respirarla.

Pero la vida solo le había enseñado a asestar zarpazos y a desgarrar.

Nunca sabría amar con amabilidad. Y menos a ella, que era la viva encarnación de la amabilidad.

Cuando vio aquellos ojos bellísimos llenarse de lágrimas, comprendió que había un precio que pagar, que, para salvarla de él, tendría que darlo todo.

Todo cuanto tenía.

Cada pétalo, por aquel amor del final fallido.

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Frases de El Fabricante de LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora