–Tengo que ir durante un par de meses por mi grado– dice y me abraza con fuerza.
Me suelta y seco mis lágrimas con la manga de mis sudadera.
– ¿Cuánto es un par?– digo mirándolo fijamente a los ojos.
–Dos– dice en un susurro y aparta la mirada.
–Genial– digo irónicamente.
–Vendré todos los fines de semana y te llamaré todos los días, te lo prometo.
–Vale– susurro no muy convencida.
– ¿Comemos?– dice poniéndose en pie.
–No tengo hambre– digo y me echo en la cama.
Se encoge de hombros y sale de la habitación sin decir palabra.
Me acurruco en mi lado de la cama y cierro los ojos esperando a que mi cuerpo sea tomado por los brazos de Morfeo.
[...]
Me despierto sobresaltada al escuchar cristales rompiéndose. Salgo de la habitación y corro al salón.
Me encuentro con todo el suelo lleno de cristales y a Aiden con una botella de vodka en las manos. Miro sus ojos, inyectados en sangre, y me acerco con cautela.
–No– me ruge de repente y retrocedo.
– ¿Qué coño te pasa?– le grito.
– ¿Qué coño me pasa? – dice vacilante– ¿Qué coño te pasa a ti? ¿Por qué no te alegras por mí?– grita y recorre el poco espacio que nos separa mirándome con recelo.
–Me alegro por ti– digo con sinceridad– Solo es que no quiero que te vayas, será muy duro no tenerte todos los días al lado mío– digo en un hilo de voz y limpio de una lagrima solitaria que se desliza por mi mejilla.
Suspira y me rodea por la cintura.
–Vendré siempre que pueda, así que, no te preocupes– hace una pequeña pausa para volver a suspirar– Además, no me voy hasta dentro de una semana.
– ¿Por qué no me lo has dicho antes? – cuestiono contra su pecho.
–No lo sé– susurra y deposita sus labios en mi frente.
Miro alrededor y suspiro frustrada.
–Yo lo limpio– dice y se va para coger la escoba y el recogedor.
Recojo un par de cristales y uno de ellos se me clava. El corte no es muy grande, pero aun así, dejo escapar un gruñido. Limpiamos el desastre y nos tiramos agotados en el sofá. Aiden enciende la tele y busca alguna película que valga la pena, y yo cojo un libro que guardo debajo del sofá.
Abro el libro y me sumerjo en cada frase, cada palabra, cada letra se apodera de mi ser.
Levanto la mirada y veo como Aiden está sumergido en un profundo sueño. Suena el timbre y me acerco a la puerta bastante extrañada.
Abro la puerta y mi cara se llena de sorpresa.
– ¿Leah?– digo sin poder creer que esté viendo a una persona que llevo sin ver cinco meses.