You're an angel, I'm a dog.

28 2 3
                                    

"En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento. Todo pasa. Esa es la única verdad en toda mi vida, transcurrida en el interminable infierno de la sociedad humana. Todo pasa."

Osamu Dazai - Indigno de ser humano.


Había algo indescriptiblemente aterrador en los tonos del atardecer, algo que estremecía inconmensurablemente el alma, lo más probable es que tuviera que ver con la asociación que tenía con sus colores. Pálidos, cálidos o duros, eran insoportables para su vista sobre todo en un momento penumbroso como este, definitivamente prefería los ondulantes azules marinos o el negro.

Porque los tonos naranjas y rojos le devolvían a lugares a los que no buscaba acercarse en estos momentos, lo llevaban de vuelta a habitaciones de hotel, sonrisas contagiosas, unos labios entreabiertos que susurraron una y mil veces su nombre, toques debajo de sus vendajes, manos enguantadas, dedos sobre un hermoso mechón de fuego y una respiración tranquila en su clavícula.

Tonos que recordaban paz, eran tonos que lo llevaban a la miseria, tonos que hacían que le doliera tanto respirar como seguir viviendo. Recuerdos de lo que fue suyo y tomo infinidad de veces hasta que se agotó, porque él lo previó, lo supo. La felicidad nunca es para siempre, eso no excluye bajo ningún término la suya, mucho menos la suya.

El atardecer le llevaba a los ojos más expresivos que tuvo el placer de admirar, de sostener en tantos ángulos que los soñaba cada vez que cerraba los suyos, se ahogaría en la sensación de tenerlos si pudiera dormir en absoluto. Si fuera humano podría descansar, y apuesta a que si esa afirmación estuviera cerca de ser cierta, un pelirrojo estaría esperándolo en su subconsciente todas las noches.

Hay algo sagrado en Chuuya, algo que tiene profundamente bajo llave en su despreciable y oscuro corazón, si por supuesto tiene uno. Algo tan visceral sucede cuando lo mira que por segundos recuerda que se encuentra en este mundo, que sus pulmones se llenan de aire cuando inhala, y lo expulsan cuando exhala. Algo que logra hacer vibrar sus vasos sanguíneos y se cuestione si tiene algún tipo de afección cardiaca.

Dazai lo sabe, sabe cómo nombran el resto de los humanos esos sentimientos, por supuesto que también entiende clínicamente cómo funciona la segregación de hormonas que se vinculan a todo este ritual. Pero él lo siente en carne, en hueso y en sus corrompidos órganos mientras sus manos sostienen el lado izquierdo de su pecho como si fuera a caerse, como si pudiera quebrarse.

Aunque todo eso no tiene importancia cuando él ha tomado una decisión, después de bailar un vals durante la infinidad de su vida con su compañera más leal; está dispuesto a dejar todo atrás, incluyendo a Chuuya.

Por primera vez en años Dazai Osamu está exhausto de perseguir a la muerte con todas las represalias que eso conlleva, desde sus intentos más certeros en la etapa en la que todo era oscuro, a los más descuidados cuando se acercó demasiado a la luz para que ella pudiera bañarlo.

Pero al final del día, eso no es suficiente. Nada es suficiente para llenar el hueco en su alma, nada es suficiente para silenciar todos los demonios que atormentan su cabeza. Lo ha intentado, él lo promete, ha escarbado en la tierra hasta que sus manos sangraron, ha desmantelado el cielo una y mil veces hasta que sus ojos estuvieron ciegos, ha mantenido la respiración bajo el agua hasta que sus pulmones pidieron ayuda a gritos.

Dazai ha sido bueno, también ha sido malo, ha vacilado entre los diversos tonos de grises que existen entre ambos conceptos. Pero sigue aquí, como si no hubiera pasado un maldito segundo desde su nacimiento, como si no pudiera sacarse el peso que está sobre sus hombros, como si la gravedad lo llevara hacia donde debe estar una y otra vez.

I'm Your Man (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora