Epílogo

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El aire helado saludó mi piel expuesta mientras abría los ojos. La habitación estaba llena de colores rosa y naranja neón. Rayos de luz cegaron mis inocentes ojos. El instinto me hizo taparme rápidamente los orbes. Tras reajustarme al repentino cambio de luz, abrí los ojos y vi a Sana durmiendo profundamente a mi lado. Sonreí para mis adentros. Despertarme al lado de una chica tan guapa como ella siempre me alegraba el día.

La chica empezó a moverse, señal de que estaba a punto de despertarse. Arreglé mi cara mañanera y esbocé una sonrisa. Los ojos de Sana se abrieron lentamente, mientras todo su cuerpo se estremecía. Rápidamente la rodeé con mis brazos, acercándola a mi cuerpo. Mi calor irradiaba hacia su cuerpo helado. Dejó de temblar y me miró.

"Buenos días, Jagi." Dijo descuidadamente mientras se frotaba los ojos aún dormidos.

Me incliné hacia delante, dándole un pequeño beso en la nariz. "Buenos días, dormilona." Solté una leve risita cuando vi que formaba un pequeño puchero en sus carnosos labios.

"No es culpa mía que haga frío fuera." Puso los ojos en blanco. "Me encanta dormir en invierno."

"Frío es decir poco." Repliqué. "Está haciendo mucho frío fuera."

"Lo que tú digas." Respondió ella.

Sonreí ampliamente. Han pasado cinco años desde aquella sangrienta guerra. Todo cambió después de aquello. Después de todo, la profecía era cierta. La guerra entre el Orden y el Caos por fin había terminado. Por fin se había logrado la armonía.

Sana fue elegida supervisora del Caos y yo, del Orden. Mientras que Sana y yo fuimos elegidas supervisoras, Jihyo fue elegida soberana de ambos grupos. Es prácticamente la presidenta, algo así. Porque honestamente, creímos que una niña del cielo merecía el puesto. Durante su gobierno, se construyó una nueva ciudad entre los dos grupos, llamada Pyeonghwa. La gente de ambos bandos se quedaba en la ciudad, incluso la gente normal visitaba el lugar.

Limpia era la palabra adecuada para describir Pyeonghwa. Los ordianos y los del caos interactuaban entre sí. No había violencia, incluso aprendieron a quererse. Todos se aceptaban por lo que eran, aunque pertenecieran a grupos diferentes. En aquellos tiempos, Sana y yo empezamos a vivir juntas.

Mis pensamientos se detuvieron cuando Sana me dio un codazo.

"Hey, Jagiiiiii." Dijo, mientras arrastraba las últimas vocales. "Vamos ya, tengo hambre." Se quejó.

"Está bien, está bien." Respondí, mientras cargaba a la ardilla al estilo nupcial. "Vamos a comer algo y luego iremos al parque. ¿Qué te parece?"

"Mhm." Ella asintió con la cabeza.

Bajando las escaleras, moví los pies hacia la cocina. Coloqué a la chica que llevaba en la encimera. Besé su mejilla antes de preparar nuestro desayuno. Moví mi mirada hacia ella.

"¿Qué quieres?" pregunté, mientras jugueteaba con los utensilios.

"A ti." Ella respondió. "Quiero comerte."

"Pfft. Aprendiste mucho de mí." me reí. "Pero en serio, ¿qué quieres comer?"

Desvió la mirada hacia mí. "Lo de siempre." Respondió la chica tarareando.

Asentí con la cabeza y empecé a prepararme. Calenté la sartén y empecé a preparar la mezcla. Mezclé los ingredientes dentro del bol y vertí la mezcla en la sartén calentada. Ya lo habrán adivinado, sí, estoy haciendo panqueques.

Hacía un frío terrible y las estufas eran prácticamente inexistentes aquí. Por suerte tenía a Sana a mi lado. Es prácticamente una chimenea viviente. Aunque me pregunto por qué tiene frío, ya que prácticamente puede controlar el hielo y el fuego. Alejé ese pensamiento cuando me di cuenta de que me miraba fijamente. Había olvidado que nuestras mentes estaban conectadas.

"¿Así que ahora soy una chimenea?" Ella resopló. "Yo también soy humana, así que cállate."

"Lo siento, Sachiiiiiiiin." Le supliqué mientras hacía aegyo. "Me perdí en mi tren de pensamientos."

"Como sea, los panqueques se están quemando."

Me apresuré a mover la mirada hacia la sartén. Por suerte, mintió. Empecé a preparar dos tazas de chocolate caliente mientras daba la vuelta a las tortitas. Cuando terminé, preparé la mesa y coloqué todo. Me acerqué a donde ella estaba sentada y la llevé hacia una de las sillas, colocándola con cuidado.

"Gracias por la comida, Jagiya." Ella sonrió y comenzó a comer. "Mhhhhhhm. ¡Esto está delicioso!"

"Claro que lo está, si lo hice yo." Respondí pomposamente. "Démonos prisa, pronto tendremos que reunirnos con las demás."

"Ya, ya."

La gélida atmósfera envolvía nuestros cuerpos cubiertos con gruesas chaquetas. Algodones blancos envolvían todo el entorno. Aunque el sol brillaba con fuerza, la temperatura hablaba diferente. Los rayos de sol se colaban por las estrechas aberturas de las espesas nubes. El ligero tono azul del fondo sostenía las nubes y el sol. Ni siquiera los rayos de luz podían derretir la sustancia blanca.

Seguimos caminando por el sendero ahora cubierto de nieve. Mantuvimos una larga conversación mientras caminábamos hacia nuestro destino. Pronto empezamos a oír voces de niños jugando. Nos estábamos acercando. El color blanco nos recibió al llegar al parque de Pyeonghwa. El paisaje era precioso. Gente de distintos orígenes se llevaba bien.

La gente dirigió sus miradas hacia nosotras. Al reconocer quiénes éramos, se inclinaron y nos saludaron con la mano. Les devolvimos el amable gesto. Unos minutos después, llegamos a la zona apartada del parque. Este lugar era exclusivo para nosotras, las singulares. Delante de nosotras había un jardín enorme. Flores de diferentes tipos rodeaban la zona junto con árboles que nos dominaban.

"Este lugar nunca deja de sorprenderme." soltó Sana.

"Sí."

En medio del jardín había un enorme mirador. Decidimos quedarnos allí y admirar las impresionantes vistas. La chica que estaba a mi lado apoyó la cabeza en mi hombro mientras tarareaba una canción.

"Hmmm mhhhhm hmmm." Tarareó ligeramente.

Se me ocurrió una idea y decidí cantar con ella. "Nowhere, You can't find." Empecé.

"Someone like me." Continuó, mientras me miraba.

"Nothing can express, all of my feelings." Terminé, moviendo mi mirada para encontrarme con sus ojos marrones de cierva. Sonreí de oreja a oreja y lentamente me incliné hacia delante, capturando sus suaves labios. Me aparté y la miré íntimamente, mientras acariciaba su mano derecha con el pulgar.

"Estos últimos años han sido increíbles." Murmuró. "Y fueron aún más increíbles porque estuve contigo." Sonrió.

La abracé y apoyé su cabeza en mi pecho. Nuestros cuerpos compartían calor en medio de este clima helado. "Lo sé." murmuré cerca de su oreja derecha. Un soplo de nube escapó de mi boca mientras lo hacía.

"Estoy tan contenta. Todavía no puedo creer que hayamos logrado la paz." Continué. "Y para colmo, he encontrado a mi otra mitad, que está impecable como siempre."

"Mhm." Ella asintió.

"Te quiero, Jagiya." Añadió.

"Y yo a ti, Sachin."

"¡MIREN ESO!¡ YA ESTÁN AQUÍ!" Una voz gritó, era Momo.

"¡EH, TONTAS! ¡POR QUÉ NO NOS ESPERARON!" Exclamó un cachorro enfadado. Las demás chicas estaban con ellas.

Ambas nos reímos entre dientes, mientras trasladábamos la mirada a las siete ruidosas singularidades. Nos separamos del abrazo y fuimos a reunirnos con las demás. Las chicas estaban muy cariñosas con su media naranja, excepto Jihyo.

"El amor es realmente una magia extraña." Murmuré.

"Lo sé." Sana asintió con la cabeza. "Pero es lo mejor."

"Sí." Sonreí de oreja a oreja.


A veces el amor es la respuesta a todo. La gente dice que el amor duele, y es verdad. Aunque el amor sin dolor no es amor en absoluto. El amor puede hacer o deshacer a una persona, pero en mi caso, me hizo cambiar a la persona que soy hoy. El amor es realmente poderoso, y es una de las magias más extrañas que jamás hayan existido.

Strange Magic | SaTzu | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora