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Era extraño, dormir en este lugar, lleno de polvo y madera podrida.

¿De verdad me quedé en Marbella por el?
¿De verdad no huí de esta ciudad por quedarme con el?
¿Deje a mi hermano y a los demás para ir con el?

Esas preguntas habían estado en mi mente durante el transcurso de las horas. Está semana había sido un desastre,la ciudad era un lugar caótico, lleno de ciudadanos que habían marchas por la corrupción del gobierno, la inseguridad, armas y drogas.
Claro que mi cara, la cara de mi hermano, la de José, Anya, Hai, Fedor, Salinas, la de todos estaba en los noticieros.
Las pirulas eran las noticas del momento, la huida de Marbella de la mafia Gambino eran los titulares de todos los periódicos de esta ciudad podrida en el narcotráfico.

Y si...aún así me quedé.

Mis ojos escaneaban su figura dormida en esa pila de trapos viejos que habían en esta cabaña alejada de la civilización, porque si...cuando esté tipo me pidió que lo matará y me negué, se lanzo al mar por el maldito acantilado.

¿Era un suicida desesperado o un imbécil?

Era difícil explicar lo que sentía ahora mismo, definitivamente estaba agobiado por todo lo que ocurrió, mis amigos habían huido, mi hermano había huido con ellos y yo me quedé aquí. Porque claro, cuando se lanzo de ese precipicio y su cuerpo se estampó contra las olas del mar, mi mejor idea fue lanzarme para ayudarlo.
Mi cuerpo reaccionó al instante, fue todo en cámara lenta pero ver sus ojos perdidos en la desgarradora bruma y agobio de su alma, me tocó una fibra sensible.
Papá siempre decía que era muy blando para este tipo de mundo, que tanta empatía me llevaría a la tumba muy joven pero bueno, el imbecil de mi padre se había equivocado como siempre.

Cuando logré sacar su cuerpo del mar, nos lleve a ambos a un cabaña extraña en una isla cerca del faro, había una cabaña abandonada así que no se me ocurrió mejor idea que pasar la noche aquí.

Sentía mi traje mojado, la fría tela golpeaba mi piel, aún así, trate de secar lo suficiente mi chaqueta y la puse encima de el mientras hacía dormido en la esquina de la cabaña. Trate de dejarlo lo más comodo que se podía en este lugar lleno de madera podrida y aquí estaba, esperando que despertara.

Mis ojos recorrieron su rostro, se veía pálido, su cabello rubio se veía largo y descuidado ¿Hace cuánto tiempo no lo cuidaba? Conocía el aceite de coco o la crema para peinar para dejar el cabello lindo ¿O simplemente no le importaba?
Sus ojeras me causaban intriga ¿Era insomnio? ¿Días de trabajo duros? ¿No podía dormir por el trabajo, amor, tristeza? Miles de preguntas inundaban mi mente y mientras más lo veía, más una espina de curiosidad crecía y una pregunta frecuente se instalaba en mis pensamientos.

¿Por qué?

¿Por qué tenía tanta urgencia en acabar con todo? Escuché lo que dijo, que no podía más con eso que traía dentro, una enfermedad mental.
Pero...
¿Que tan miserable era su existencia para pedirle a un mafioso que lo matará?
Me intrigaba saber cómo fue su vida, sus rasgos me daban a entender que era quizá un poco más joven que yo ¿Unos 23 quizá?
¿Por qué en su identificación ponía que tenía 36?
Yo no era tonto, este tipo escondía más cosas de las que dejaba ver.
Cómo aquella marca en cuello o aquellas cicatrices de cortaduras que había en sus brazos, se hacía daño, también las quemaduras de cigarros en sus manos, su delgada y pálida figura, sus labios resecos.

Quizá mi corazón no me permitía sentir otra cosa que no fuera empatía y ese maldito deseo de ayudarlo.

No era lastima, porque yo no tenía ningún derecho de sentir lastima por alguien, no soy dios, no soy algo superior para sentir que tengo el derecho de sentir algo así. La empatía me parecía lo más humano, era diferente, podías ponerte en zapatos de otra persona y así ayudarlo pero sin necesidad de verlo débil.
En cambio, la lastima era diferente, los ves desde arriba, sintiendo que si estiras tu mano serás lo único que tendrán para apoyarse, que serás su dios por brindarles consuelo y calor, como tantas veces nos pasó a mi hermano y a mí.

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⏰ Última actualización: Apr 30 ⏰

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