Me despertó el cálido sol que se colaba entre la persiana rota y vieja que cubría la ventana. Keylan e Iryna seguían dormidos y yo no quise despertarlos, así que me dirigí donde antes estaba la cocina del faro para ver si quedaba algún rastro de comida para alimentarnos, ya que llevábamos tiempo sin comer.
Caminé por los tablones de madera oscura que adornaban el suelo, intentando no hacer ruido, pero me resultaba imposible evitar el crac crac que emitía cada vez que pisaba cuidadosamente.
La cocina era perqueñita, toda de la misma madera que el suelo, y estaba llena de bichos que, al igual que yo, solo querían alimentarse. No había nevera, naturalmente, y busqué el cajón que correspondía a la despensa. Lo abrí y me encontré con un compartimento parcialmente vacío, la comida se había gastado casi por completo y solo quedaban dos paquetes de galletas saladas que habían caducado hacía un año. Aunque no era lo que esperaba me conformé y llevé los hallazgos a donde descansaban mis compañeros.
Ellos ya estaban despiertos, pero seguían tumbados en las mantas que preparé ayer, les enseñé lo que había encontrado y comimos cinco galletas cada uno.
Poco después partimos, usamos una mochila, que habíamos encontrado en el faro, para llevar las pocas provisiones que teníamos. El plan era encontrar a los demás supervivientes y llegar a un punto donde alguien pudiera ayudarnos a encontrar a nuestras familias, si es que habían sobrevivido.
Nada más salir del refugio, nos sorprendió el desastroso paisaje que encontramos: todo estaba aún más arrasado que el día anterior, había diversos agujeros de gran tamaño por toda la montaña, y eso sí que no parecía hecho de forma natural.
Nos quedamos boquiabiertos era impresionante, pero no llegabamos a comprender qué había podido pasar durante la noche.
– Parece que alguien se ha entretenido bombardeando toda la colina - dijo Keylan enfurismado.
– No pensarás que nos han tirado bombas o algo parecido, ¿no? - repliqué yo - Por qué nos iban a hacer eso, somos personas, nosotros no hemos causado todos estos desastres naturales!
– Pues... no lo sé, pero desde luego no habrá tirado bombas el planeta solito. - respondió, de nuevo, él.
Iryina, que hasta ahora no había logrado decir palabra, dijo:
– No, estas no son bombas, esto es obra de los drones que vimos ayer. Los agujeros son demasiado pequeños y la onda expansiva no debe haber sido muy fuerte, sino nos hubiera alcanzado a nosotros también.
Sabíamos que Iryna tenía razón, así que asentimos y seguimos caminando hacia el norte, a ver si encontrábamos cualquier rastro de vida.
El bosque estaba callado como una tumba, ni siquiera los pajarillos se atrevían a cantar sus habituales melodías, y nosotros seguíamos sin hallar vida humana.
Empezábamos a perder la esperanza, cuando oímos un ruido tras unos arbustos verdes que teníamos a unos diez metros.
Yo me asusté, pero Keylan dijo que igual eran personas, así que Iryna dijo:
– ¿Hola?
Nadie respondió.
– ¡Hola! - repitió ella un poco más fuerte.
No hubo respuesta, así que decidimos acercarnos un poco más a ver quienes eran. Dimos dos pasos, cogimos un palo que había en el suelo, y abrimos las hojas que tapaban a los desconocidos para ver quienes eran.
Cuando decidimos abrir ese arbusto nunca pensamos que las criaturas no serían ni personas, ni animales, ni seres vivos, sino... Ya lo veréis en el siguiente capítulo.
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Fuerzas de la Naturaleza
CasualeAdara es una chica de 14 años que, en verano, siempre va de vacaciones a un hotel en la costa. Pero este verano no será como los anteriores, un gran peligro amenaza la seguridad de todo el hotel, y se va extendiendo hasta alcanzar a todo el mundo. E...