Mi vértigo

17 5 0
                                    

 A lo lejos oí el alarido de un animal. Lo busqué, pero no lo encontré; posiblemente espasmos de la matanza. O ha de ser las consecuencias de una introspección tardía dado el caso de abandono y posterior reencuentro abrupto. Partes de mi médula se desgarran para anclarme al abismo.

 La presencia de los animales me aterra, e irónicamente soy mucho más animal que persona. Prácticamente sinónimos. Sujeto de derechos dentro de un marco de realidad social y convivencia neoliberal unitaria.

 Pero ser coherente no es algo propio de mí. 

 Que en paz descanse, pero yo sí soy de este mundo, aunque habito con frenesí en todas esas canciones que coleccioné en un tiempo mejor; no por ser pretérito este, sino por ser una dicotomía junto al presente que hoy transito. 

 Me he arrastrado tanto tiempo que olvidé como nadar. Dícese de la criatura que se esconde en las palabras, aturde con sus silencios y padece el vértigo de Eros. Perece, sí; pero recupera su acromía cuando recuerda qué y quién es.

 Resistencia minimalista es equivalente a la nada misma; sumisión, duda y vergüenza. Si hay algo que realmente odio es la gente tibia.

 Ninguna voluntad impera por encima de mi ego. Negativo o verde. Malvado malvavisco. Cuaresma o canibalismo. Día o ansiedad. Dinamismo o autismo. Cincuenta y siete. Dentro del surrealismo no necesariamente son antónimos; como tampoco los mastodontes exhiben su vulnerabilidad a las hormigas.

BarrocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora