01 | ¿CUÁL ES TU NOMBRE?

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ANNELIESE

—¿Es este el lugar?

—Por supuesto.

Hice una mueca al observar el lugar, una cabaña alejada de la ciudad totalmente tenebrosa. Sería el lugar perfecto para secuestrar a alguien, pero es demasiado arriesgado a que todos se den cuenta, es demasiado obvio, ¿no?

Relamí mis labios y le sonreí a la mujer—, Me parece bien. ¿Puedo verla?

Ella asintió a pesar de su mayoría de edad, sus cabellos castaños algo de canas, su rostro pálido con ojeras debajo de sus ojos. Las facciones de su rostro están totalmente envejecidas, pero dejan al saber que fue una mujer muy hermosa. Dado que aún conserva aquella sonrisa encantadora y en aquellos ojos rasgados color ámbar guardan el brillo de la juventud.
Ella me extiende las llaves para que pueda inspeccionar el área dentro de la cabaña, acepté con gusto y me encaminé hacia la puerta. Coloque la llave en la cerradura y al abrirla pude escuchar su voz a mis espaldas con aquella pregunta que suelen hacerse siempre conmigo.

—¿Cuál es tu nombre?

Me giré sobre mí hombro y sonreí—, Annaliese.

Ella asintió y se marchó no sin antes decirme que debo entregarle la llave antes de irme. Respiré hondo y entré al lugar, la oscuridad me recibió a medida que mis pasos hacían crujir la madera de una manera espeluznante. El aroma a humedad y tierra llegó a mí nariz, aún puedo sentir como en esta cabaña se guardan los peores crímenes. Me recosté sobre el sofá, saqué del bolsillo de mí chaqueta la caja de cigarrillos. Tomé uno pero antes de encenderlo mí celular comenzó a sonar.

—¿Quién mierda es? —Mascullé algo molesta.

Saqué el móvil y en la pantalla me marcaba el número de mí madre, debía estar preocupada. Era demasiado cínica, demasiado cinismo en su persona por fingir que le preocupaba. Rodeé los ojos y deslicé el ícono de la pantalla para contestar, coloqué el altavoz.

—Hola.

Ann, hija mía, ¿dónde estás?

Solté una bocanada de aire—, ¿Te interesa acaso?

—¡Por supuesto! —Exclamó. Sonreí al imaginarme su rostro lleno de preocupación—, Hace dos días que no sé nada de ti, no respondes mis mensajes ni llamadas.

—No me interesa hablar contigo —fui franca y al grano. Pude escuchar su sollozo, como hija debería decirle que no llore, pero no soy así—. ¿Entiendes que no me interesa tu vida?

Ann, estoy enferma. Tú sabes que te necesito, tu padre falleció hace meses y eres mí única hija…

La interrumpí—, Tus trucos para manipularme no tendrán efecto alguno en mí.

Ann.

—Adiós, mamá.

Corté la llamada y me pase las manos por el rostro, hablar con esa mujer me causa estrés y molestia. Arruina mí día a día con sus estupideces, miré a través de la ventana como una camioneta roja estaciona detrás de mí auto. Me acerqué a pasos sigilosos mientras mantengo mí mirada fija en aquella joven que baja de la camioneta. Su rostro luce feliz, dado que sus labios pomposos se extienden de oreja a oreja en una sonrisa. El cabello rubio brillante atado en una coleta, las curvas de su cuerpo se marcan a través de su ropa algo ajustada. A pesar del clima no parece importarle que está escotada con una chaqueta negra, sonreí.

Ella camina con seguridad pero puedo ver en su mirada el miedo, la inseguridad. Ella alterna la mirada entre su camioneta y mí auto para luego clavar su mirada en la ventana. Sus ojos se abren de sorpresa, son de color ámbar, muy bonitos. Sin embargo ella sonrió y siguió con su camino.
Me giré sobre mis talones y miré la habitación, se encuentra en un estado bastante descuidado. Volví a guardar mí celular en el bolsillo de mí chaqueta para salir de la cabaña.

Annaliese Donde viven las historias. Descúbrelo ahora